«Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos
ellos…»
 1 Corintios 15:9-10

El ministerio de Pablo fue muy grande, sin embargo, también estuvo marcado por luchas:

«Cinco veces he recibido de los judíos treinta y nueve azotes. Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y he pasado una noche y un día en lo profundo. Con frecuencia en viajes, en peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de mis compatriotas, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajos y fatigas, en muchas noches de desvelo, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y desnudez. Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias». 2 Corintios 11:24-28

El mayor sufrimiento de Pablo no fue por lo que la gente hacía con él, sino el estado de la iglesia, de las almas. Él se consideraba el más pequeño de los apóstoles, pero sabemos que fue el que más hizo en su época …

Después dice: Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad. 
2 Corintios 11:30

El Obispo Macedo escribe así: Para los que valoraban renombre y prestigio, el sufrimiento era motivo de vergüenza y burlas, pero para Pablo era su trofeo. El Altísimo permitió que Su siervo viviese rodeado de aflicciones para que Su poder se manifestara. Solo en medio de las angustias el ser humano pasa a depender totalmente del Señor.

Para finalizar con llave de oro:

Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano. 1 Corintios 15:58