En el pasaje de 1 Reyes 17:6-7, la Biblia nos relata que el Señor venía sustentando las necesidades de Elías, hombre de Dios, con pan y carne que los cuervos le traían fielmente, y agua del arroyo. Pasados días, sucedió que el arroyo se secó.

El fin de ese abastecimiento exigió un cambio de Elías. Sin embargo, cuando vivimos por la fe, no vemos las cosas de Dios como un fin, sino apenas como el comienzo de nuevos emprendimientos.

Dios permitió el fin de la fuente que nutría al profeta, para dar comienzo a una nueva fuente de milagros que nutriría no solo a Elías, sino también a la viuda y a su hijo, que entraría en la historia de la fe como la “Viuda de Sarepta” (1 Reyes 17:9).

He visto a esta campaña de la Hoguera Santa de Israel semejante a ese torrente que se secó. La vida de quien realmente sacrifica se torna como un “wadi”, una palabra árabe que indica una corriente de agua que solo es activada en tiempos de lluvia, por otra parte en tiempos de sequía el “wadi” se seca, exigiendo así un cambio.

Cuando decidimos secar nuestras fuentes de acuerdo con la dirección de Dios, Él mismo nos orienta rumbo a nuevas fuentes aún prósperas, suficientes para bendecir nuestras necesidades y todavía proveer condiciones para alcanzar a personas que son víctimas de sequía espiritual.

Conforme la historia continúa, Dios prepara al profeta para el espectáculo de la fe en el monte Carmelo.