¡Eso mismo! La verdadera fe, la fe inteligente no llora, no se lamenta, ni se emociona. Es dura y resistente como el acero, sin embargo, justa como la Justicia. Solo esa fe agrada al Dios Altísimo. Él no Se deja engañar con los llamados de un corazón emotivo. Para verla realizar maravillas, los que creen están obligados a actuar, a tomar actitudes de coraje que, a los ojos del mundo, son locuras.

El Señor dio ejemplo de eso cuando le HABLÓ a una higuera, en la presencia de los discípulos.

El Señor Jesús es el Autor y Consumador de la Fe, lo que significa que Él la creó como herramienta de comunicación de la criatura humana con Él. Es imposible acercarse a Él sin la Fe. Como un puente invisible, nos conduce a Su Trono de Justicia y nos justifica.

¿Cómo adquirirla?

En el simple hecho de oír y meditar en las enseñanzas bíblicas ya es posible absorber el Espíritu de la Palabra, que es el Espíritu de la Fe.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.
Romanos 10.17

El Señor Jesucristo es la Palabra materializada y Su Espíritu es el Espíritu de la Fe. Al oír la Palabra con humildad, inmediatamente el Espíritu de la Fe entra en acción y hace nacer la fe que ha sido locura para los que se pierden.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11.1

Por lo tanto, como el Poder de Dios prestado a los pequeñitos y humildes de corazón, la Fe es una REVELACIÓN para los que tienen sed y hambre de justicia. Mateo 11:25