Fui criada por mis abuelos. Mi padre solo quería saber de shows de rock, bebidas y mujeres. Mi madre trabajaba todo el día y no tenía tiempo para mí. No tenía el cariño o la atención de ellos, por eso sentía mucha bronca y era muy rebelde. Por donde iba, creaba peleas. Peleaba a los golpes con muchachos en la calle, a veces, por nada.

Entonces, mi abuelo falleció. Fue a partir de entonces que vino la depresión. Me sentía muy triste y sola. Comencé a salir a varias fiestas y tomaba mucho, al punto de volverme alcohólica. Me mutilaba. Cada diez días me cortaba las venas. Intenté matarme arrojándome frente a un ómnibus.

Tuve relaciones con muchas muchachas y muchachos, hasta que un día me enamoré. Comenzamos una relación y, cierto tiempo después, él me dejó. Llegué a mi fondo del pozo. Comencé a vomitar todo lo que comía, al punto de no lograr salir de la cama, pues estaba muy débil. Adelgacé muy rápido y fui a parar al hospital, donde estuve 8 días internada. Después de muchos exámenes, constataron que sufría de depresión y gastritis, pero en el fondo sabía que no era solo aquello.

Después de un tiempo fui a vivir con mi madre, pero no me llevaba muy bien con ella y odiaba a mi padrastro. Él la humillaba, la traicionaba y a veces incluso la golpeaba. Ella, con miedo, no le decía nada a nadie. Un día, presencié una discusión. Cuando estaban a punto de agredirse, lo impedí. Comenzamos a pelear feo. Vi un cuchillo y, una vez más, pensé en usarlo. Rechacé ese pensamiento y hui. Fui a vivir con mi abuela en otra ciudad.

Mi hermano menor sufría con crisis que solo empeoraban. Como no encontrábamos una solución, fuimos a la iglesia a buscar ayuda. Llegando, descubrí que el problema mayor estaba conmigo. Comencé a oír y a entender la Palabra. Decidí cambiar. Abandoné todo, hice cadenas para liberarme, aprendí a ayunar y a orar.

¡Fui liberada, bautizada en las aguas y, un tiempo después, recibí el Espíritu Santo! ¡Mi vida fue transformada!

Mi relación con mi familia fue restaurada. Los perdoné y ahora los amo más que nunca. Hoy soy obrera y mi enfoque es ganar almas.

Jennifer Ingrid Prates, 22 años