A causa de su naturaleza carnal y materialista, los religiosos han colocado a los Diezmos y Ofrendas como valores materiales, imponiendo la figura de la malicia en el medio cristiano.

Pero la realidad es muy diferente.

Los valores espirituales de los hipócritas están sujetos a los valores materiales. Es decir, priorizan a las conquistas materiales para después atender a las conquistas espirituales.

La enseñanza del SEÑOR es clara y precisa para los interesados en seguirlo:

… buscad pues en primer lugar Su Reino y Su justicia, y todas las demás cosas os serán añadidas. Mateo 6:33

Buscar el Reino de Dios y Su justicia significa priorizar los valores espirituales.

Se trata del abandono inmediato del pecado y de la obediencia a la Palabra de Dios.

Llamamos a eso fe consciente, inteligente y racional. Fe con los “pies en el suelo”, equilibrada y excenta de emociones.

En respuesta, el Espíritu de Dios queda en la obligación de suplir todas las demás necesidades, conforme a la promesa de Su Hijo.

Todo el confort material, si no existe injusticia, es para el beneficio de los hijos de Dios. Sin embargo, eso no puede, bajo ninguna hipótesis, ser puesto en primer lugar.

Cuando el cristiano prioriza el confort material, pierde el confort espiritual. Y cuando prioriza el espiritual, gana el material.

Es simple entender eso.

Lo que hace conquistar los bienes materiales es la fe consciente. Debido a ese valor espiritual hay condiciones, fuerza, coraje y sabiduría Divina para conquistar y establecer los bienes materiales.

¡Claro! Si el lado espiritual, que es la sumisión al Señor Jesús, es un hecho, entonces el lado material como la familia, el confort material, la salud, en fin, las demás cosas también lo serán de forma natural.

Esa es la química del éxito con Dios. No hay otro modo, no hay otro camino… Quien quiera huir de esa regla incurrirá en la pérdida de la salvación del alma.

La mayoría “cristiana” fracasa por no priorizar al Reino de Dios y no andar en Su justicia o por intentar priorizar al Reino de Dios y Su justicia de cualquier manera.

Quiere decir: ni una cosa ni la otra; entre los de la fe, son fríos; entre los incrédulos, se creen calientes. Lamentablemente, son tibios y, en el momento indicado, serán vomitados.

Para esos, los Diezmos son un fardo y las Ofrendas una fatiga. Ellos no reconocen valores espirituales tales como el Señorío de Jesús. Por eso, cargan en sí la maldición de Caín.

Los Diezmos y las Ofrendas son tan santos y tan sagrados como la Palabra de Dios; tan puros como el Señor Jesucristo, ya que los mismos Lo tipifican en la relación Creador y criatura.

Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 1 Corintios 2:14