Vivimos en una sociedad que “exige” que se diga: “Yo te amo”.

Si la esposa no escucha al marido decir “yo te amo” por lo menos una vez a la semana, comienza a cuestionar si realmente es amada por él. Dígase de paso, no estoy en contra de decirle espontáneamente “yo te amo” a la persona amada. Lo que intento mostrar es que, por más que el marido “pruebe” que ama a la esposa, siéndole fiel, proveyendo para ella, protegiéndola, considerándola, etc. (la lista puede ser larga), a la esposa le encanta oír el “yo te amo” del marido. Es como si él entonces probara su amor con “palabras”. (Nuevamente: No estoy en contra y hago eso con mi esposa “espontáneamente”.)

Imagínese a una esposa que, desconfiada del marido y de su secretaria, coloca una cámara para vigilarlo sin que él sepa y, ya el primer día, lo ve besándola. Después él llega a casa, y lo primero que dice es: “¡Yo te amo!” ¿Cómo reaccionará esa esposa? Con certeza ella se sentirá mucho más ofendida. ¿No es así?

Ahora, cuando se trata de decirle a Dios “yo Te amo”, tenemos que, antes de decir así, reflexionar si de hecho estaremos agradando o irritando a Dios. Tenga fe: ¡Dios conoce TODO sobre nosotros! Nuestras intenciones, pensamientos, sentimientos, absolutamente TODO es conocido por Él. Tal vez por eso, en toda la Escritura, nadie Le dice a Dios: “yo Te amo”.

Quien realmente ama a Dios no necesita estar diciendo todo el tiempo que Lo ama, sino que PRUEBA que Lo ama de hecho, al manifestar una fe radicalmente obediente a Su Palabra.

El obispo Macedo estaba diciendo que quien realmente ama a Dios, ama a su prójimo, pues es Mandamiento de Dios. En la Biblia, el único momento en el que alguien dijo “amar” a Dios, fue cuando el Señor Jesús le preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas?”. La respuesta de Pedro fue: “Sí Señor, Tú sabes que Te amo.” Pero, para el Señor Jesús no bastaba que Pedro solo Le dijera que Lo amaba. Él exigió una prueba: “Apacienta (ama, cuida, sacrifícate por ellas…) a Mis ovejas.” (Juan 21:16)
Y así se dio por 3 veces seguidas.

Ahora que tenemos una idea más clara de lo que es amar a Dios, deberíamos pensar más antes de decir: “Yo Te amo, Dios”.

¡Que Dios los bendiga!