Cuando el Espíritu Santo abre nuestro entendimiento, tenemos la capacidad y el privilegio de santificar el Nombre de Jesús a través de nuestro comportamiento, ya sea en la Iglesia, en la calle, en el trabajo, en la escuela o dondequiera que estemos. Nuestro comportamiento debe reflejar la Presencia de Dios. Pero quizás te preguntes: “¿cómo puedo santificar el Nombre de Jesús en mi vida?” Bueno, Dios es bueno y quien nace de Él lleva Su carácter. Entonces, cuando una persona pertenece a Dios, quiere el bien para su prójimo, independientemente de lo que la persona haga o no haga por ella.
Sin embargo, cuando una persona no es de Dios, sólo quiere recibir, es egoísta, sólo piensa en sí misma. Y así es este mundo: la gente nace egoísta, pensando en sí misma, y cada día es peor.
Pero quien quiera complacer al Creador debe ir en contra de este sistema. El Señor Jesús, en Sus parábolas, enfatiza la bondad que debemos tener unos con otros y el segundo gran mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22.39). Amar al prójimo significa hacer por él lo que harías por ti mismo, pero para hacerlo es necesario cumplir el primer mandamiento que es amar a Dios sobre todas las cosas (Mateo 22:37). Por eso, si una persona se ha entregado completamente a Dios, amará a su prójimo y se esforzará por hacer el bien a todos.
Jesús también dijo: “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mateo 5:44). Cuando practicas este amor, te haces como Dios, porque no esperarás nada a cambio. Este es el amor de Dios. Cuando tenemos fe cristiana y el amor de Dios, podemos practicar el amor sacrificial hacia aquellos que nos odian y así Jesús es santificado.
Dios es bueno y es la Fuente del bien y quien lo sigue y quiere sentirse bien también necesita hacer el bien a las personas. Y quien hace la Voluntad de Dios permanece para siempre haciendo el bien.
Obispo Edir Macedo