No hay duda de que su mente es su mayor patrimonio, porque, sin ella, no tienes poder para decidir nada. Por lo tanto, debes mantenerla sana, limpia y capaz de ayudarte en todo.
Leemos en 2 Timoteo 1:7: “Dios no nos ha dado espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio”. En este tercer punto, la traducción en ingles utilizada fue “mente sana” (versión King James). Dios nos dio el espíritu de una mente sana, y cuando ves lo que significa la palabra moderación (dominio propio), entiendes que se trata del poder que tienes para autorregularte.
Esto significa que una mente sana es capaz de autorregularse y por eso hay que protegerla de todo aquello que pueda destruirla. Algo que enferma la mente es cualquier tipo de adicción, que es una acción repetitiva que perjudica a quien la padece. Esto se debe a que la mente está entrenada para buscar buenas sensaciones e ignorar las malas consecuencias. Entonces, podemos decir que “a más adicción, menos razonamiento”.
Por lo tanto, si quieres tener una mente sana, necesitarás romper con las adicciones en tu vida.
Otro factor que enferma la mente es el bombardeo de información inútil y fútil.
A lo largo del día estás expuesto a miles de informaciones relativas a todo y esto hace que tu mente se sature, hasta que llega un momento en el que no puedes ni razonar. Llegas a casa y piensas “Estoy cansado”, pero te sientas frente al televisor y te metes más información en la cabeza para intentar “aclararla”, pero eso no sucede.
Necesitas, entonces, un descanso para controlar lo que entra en tu mente, es decir, ejercitar el espíritu de moderación, de autocontrol, de autorregulación, porque, cuando tu mente está en estado normal, puedes razonar y tomar las mejores decisiones. Dios nos da este Espíritu, pero tenemos que quererlo. Nuestro espíritu debe someterse al Espíritu de Dios, como Él está sujeto a la persona. Así que invita a ese Espíritu a entrar en ti y permítele guiarte. Esto le traerá muchos beneficios.
Obispo Renato Cardoso