La Palabra de Dios dice: “El justo por la fe vivirá” (Habacuc 2:4). Sin embargo, para agradar al Todopoderoso y obtener Sus Promesas, se necesita más que fe religiosa o emocional. La fe que verdaderamente le agrada está unida a la obediencia y al ejercicio de la Palabra de Dios.
Las Sagradas Escrituras revelan, por ejemplo, la calidad de fe de un centurión que suplicaba al Señor Jesús la cura de su siervo. Aunque fuera incrédulo, el comandante dejó de lado su posición y superioridad en la sociedad para someterse al Altísimo: “Cuando Jesús entró en Capernaúm, se le acercó un centurión, rogándole; Y diciendo: Señor, mi siervo está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le daré salud” (Mateo 8:5-7).
Además de su admirable actitud de humildad y compasión hacia su siervo, también reconoció su condición de pecador ante la autoridad de Jesús y el poder de Su Palabra, actitud que fue apreciada por el propio Dios: “Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; pero solamente di la palabra, y mi siervo sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Y al oírlo, Jesús se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande (Mateo 8:8-10).
Desgraciadamente, este tipo de fe inteligente no la practican todos. Hoy en día lo que más vemos son personas que esperan señales para creer en lo que Dios prometió y que se sienten merecedoras de recibir algo. Sin embargo, a pesar de sus muchas acciones en la iglesia, las personas religiosas no tienen la fe necesaria para ejercer la obediencia a la Palabra y, por tanto, no logran una vida estable y plena. El Todopoderoso promete maravillas, pero sólo a aquellos que manifiestan una fe verdadera, pura y obediente en Su Palabra.
Obispo Edir Macedo