Servir no se trata de agradar ni de halagar.
Se trata de hacer lo que se necesita hacer por alguien.
Quienes sirven piensan en el bien común. Al servir, sigues el mismo camino que el Señor Jesús, quien vino al mundo y nos sirvió.
Pero no vino con palabras halagadoras ni discursos para subir la autoestima. Vino a hacer lo que había que hacer.
Él enseñó acerca del Reino de Dios y, aunque era Dios, se humilló para servirnos.
Jesús enfrentó desafíos y problemas que nosotros también enfrentaríamos, para servirnos. Pero fue más allá. Siendo perfecto, no necesitaba atravesar el desierto, morir en la cruz, descender al infierno ni exponerse de esa manera. Pero lo hizo todo por nosotros. Nos sirvió.
Cuando te aferras a tus derechos, te alejas de llegar a ser como Él.
Si el Hijo de Dios sirvió, ¿por qué no debería servir yo? Servir es preguntarse: ¿qué quiere Dios de mí en este momento? ¿Qué debo hacer por esta persona? ¿Qué necesita él de mí?
¿Comprensión, perdón, paciencia, bondad, consejo, dedicación o amor?
Servir no nos hace menos, nos hace más semejantes a Él.







