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Home»Obispo Macedo»La sangre de la Fe hierve
Obispo Macedo

La sangre de la Fe hierve

29/08/2018043 mins de lectura
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¿Qué más enseñar sobre Abraham que no se haya enseñado?

Pero hay algo que pocos han aprendido en los muchos ejemplos de la vida de fe de este héroe: él se tornó el referente del Dios Vivo en la Tierra.

Eso no queda claro cuando se habla de Dios con las personas. A fin de cuentas, cada ser humano ha considerado su propio dios.

En general, en los deportes, los locos endiosan a sus ídolos. En el mundo de la música, otros locos endiosan a cantantes. En fin, en cada segmento del éxito, siempre existe un dios idolatrado por la pasión popular.

Cada idólatra tiene su propio dios.
¿Cómo separar al Único y Verdadero Señor Dios de los demás?
¿Y cómo diferenciar a un hijo de Dios de los idólatras?

La palabra “Dios” significa Uno que es adorado.
La adoración al hijo se constituye en idolatría. La adoración a cualquier humano, animal o cosa, se constituye en idolatría.
A causa de eso, creer en Dios no significa mucho o, prácticamente, nada.

La creencia abrahámica cambió el sentido de creer en Dios. Su relación con el Dios Invisible enseña esto.

Al invocar al Dios de Abraham, estamos definiendo nuestra fe, de forma inteligente, en el Señor que Se reveló a Abraham, que le hizo promesas y las cumplió en los mínimos detalles.

Entre todas las religiones, ¿cuál fue el dios que hizo lo mismo con sus seguidores?

¿Alguien conoce otro dios que haya cumplido sus promesas como lo hizo el de Abraham?

Solamente Él honró y continúa honrando a Abraham y a sus hijos en la fe.

Abraham fue más allá de la propia bendición. Él fue, es y siempre será el referente de Dios en toda la Tierra.

Cuando, en el Nombre del Señor Jesús, oro y dirijo mis pensamientos al Dios de Abraham, mi fe se despierta.

Cuando pronuncio al Dios de Isaac, la fe aumenta. Cuando completo mi concentración en el Dios de Israel, entonces la sangre de la fe hierve y me olvido de que estoy en el mundo.

Cuando uso la fe en el Dios de Abraham, en el Dios de Isaac y en el Dios de Israel, es como si yo subiese la escalera de la fe hasta el Trono del Altísimo.

Haga esa experiencia usted también.

Al desafiar a los profetas de Baal, el profeta Elías sabía que su vida estaba en juego. Si su oración no tuviese respuesta inmediata, moriría. Entonces, oró:

Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que Tú eres Dios en Israel, que yo soy Tu siervo y que he hecho todas estas cosas por palabra Tuya. 1 Reyes 18:36

Su oración no duró 20 segundos, y el fuego descendió.

La manifestación gloriosa del Eterno y Único Dios, Desconocido entre las naciones, comenzó con Abraham.

Abraham enseña que no hay límite en la conquista por la fe;
Que no se deben medir esfuerzos para practicar la fe inteligente;
Que la obediencia incondicional a la Voz de Dios fue su cruz desde el principio en que anduvo con el Altísimo.

Con él aprendemos que el tamaño de la fe es medido por su grado de sacrificio.
Con él aprendemos a vivir por la fe.
Con él aprendemos a separar la fe de la emoción, de los sentimientos del corazón.
Con él aprendemos a sacrificar.
Con él constatamos la existencia del Eterno Dios Creador.

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