“Mira, pues, ahora, que el Señor te ha elegido para que edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla.” 1 Crónicas 28:10

Esas fueron las últimas palabras del rey David a su hijo, Salomón.

Se refería a la misión dada por Dios a Salomón para construir lo que anteriormente había sido idealizado por David, pero Dios había elegido a Salomón para que la realice: el Templo, que sería destinado para guardar el Arca de la Alianza, que representaba la presencia del propio Dios.

David conocía la grandeza de aquella obra, por eso ya había proporcionado todo el material necesario para la construcción. En esa actitud, podemos ver una vez más el carácter excelente de David. No es casualidad que haya sido llamado varón conforme al corazón de Dios.

El sueño era de él, pero, incluso siendo desplazado por Dios para realizarlo, hizo todo lo que estaba a su alcance para cooperar con el hijo, que todavía era inexperto (1 Crónicas 29).

Él no se ofendió con Dios por no haber permitido que realice su sueño. David era humilde y para él lo que realmente importaba era que el Templo fuera erguido. Las manos que lo harían era lo que menos importaba. Pero, de todos modos, todavía podía sentirse honrado, ya que el elegido era su hijo.

Qué bueno sería que todos los que hacen la Obra de Dios tuvieran el espíritu de cooperación que tenía David.

Póngase en la dependencia de Dios

¿Cuántos son los que, cuando se les quita una responsabilidad, se llenan de disgusto y desmerecen a aquellos que fueron puestos en su lugar? Llegando al punto de querer, en su interior, que el trabajo no se desarrolle o que algo salga mal.

Tal vez usted diga: “¡Está atado!” Realmente debería estarlo, pero no es eso lo que hemos visto. O tal vez usted diga: “Ya pasé por eso y no tuve ese pensamiento, tuve la madurez suficiente para entender que la Obra es de Dios y es dirigida por Él. Cuando se cambia un liderazgo, sea cual sea, es porque el Espíritu Santo así lo quiso.”

Pero usted, en la condición de liderado, ¿puso toda su fuerza para cooperar con el trabajo del nuevo líder designado por el Espíritu Santo, como lo hizo David? ¿O aprovechó la oportunidad para liberarse de la responsabilidad? Después de todo el peso de la responsabilidad ya no estaba más sobre sus hombros, ¿no?

Reflexione y pese sus reacciones frente a las pérdidas y a las conquistas también. Porque, al igual que el padre, Salomón tampoco se vanaglorió ni se sintió superior por haber sido elegido por Dios en lugar de su padre para reinar en Israel y para construir el lugar sagrado. Por lo contrario, se puso en la dependencia de Dios, reconoció que no tenía capacidad suficiente para estar al frente de una nación tan grande y fue a consultar a Dios y Le pidió sabiduría y conocimiento para dirigir al pueblo (2 Crónicas 1:5-10).

Pero hay otro punto en las palabras de David a Salomón que llama la atención.

Antes de entrar en él, es importante recordar que la gran angustia de David era saber que el Arca de la Alianza -que representaba al propio Dios- habitaba en tiendas mientras que él vivía en un palacio. Por eso deseaba en su corazón construir el Templo. Cuando Dios designó a Salomón para esta misión, David sabía la grandeza e importancia de esta obra, por eso le advirtió a su hijo:

“Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque el Señor Dios, mi Dios, estará contigo; Él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa del Señor.” (1 Crónicas 28:20)

El punto: El Templo hoy somos nosotros y el Arca de la Alianza es el Espíritu Santo. ¿Dónde más desea habitar sino dentro de aquellos que han nacido de Él?

Una vez siendo la morada del Espíritu Santo, Él también nos ha elegido y designado para construir nuevas moradas para que Él habite. Y ¿cuándo hacemos eso? Cuando ganamos almas y las llevamos a tener un encuentro con Dios, para que Él habite en ellas.  ¿No es eso lo que sucede cuando la persona recibe el Espíritu Santo? Dios pasa a habitar dentro de ella.

Este es el trabajo del hombre y de la mujer de Dios.

Mantenga el enfoque correcto

Pero, para eso, necesitamos ser lo suficientemente fuertes y valientes para sacar el foco de nuestra propia vida, de nuestras necesidades, para ponerlo en el dolor del afligido, en las necesidades del pueblo, pues solo así podremos realizar la obra para la cual fuimos llamados.

En cuanto a nosotros, debemos confiar que Él no nos dejará ni nos desamparará, hasta que concluyamos la obra que confió en nuestras manos. ¿O tiene dudas de eso?

Como le dijo David a Salomón: “esfuérzate, y hazla”.

Solo los fuertes son capaces de concluir una obra tan grandiosa.