¿Quién nunca cuestiono la demora para que algo pasara o se ha quejado de un familiar o amigo que no llegó a la hora acordada, de una comida en un restaurante que tardó mucho en servirse o de un pedido retrasado? ¿Por ejemplo?
Sin embargo, muchas veces también hay quienes cuestionan lo que no es respondido por Dios, pues quieren que sus peticiones sean contestadas inmediatamente después de haber hecho una oración, un propósito, un voto o una ofrenda. Como no ven que suceda lo que quieren en la forma que quieren, ceden a la ansiedad y dicen: “¡es difícil esperar! Estoy haciendo todo bien. ¿Por qué Dios no me responde?”
Dios no es tu siervo
La realidad es que el hombre quiere que todo se haga de inmediato, a veces sin siquiera pensar en las posibilidades y posibles consecuencias futuras de lo que quiere.
Si Dios atendiera a todos al instante no sería Dios, sino un adorador, servidor o empleado del ser humano. “Como Él es Dios y está dotado de una sabiduría, una ciencia, un conocimiento y una bondad infinitamente mayores, que nosotros no tenemos, Él nos responde, pero no cómo ni cuándo pensamos que es correcto”.
Esto lo podemos confirmar en el pasaje de Isaías 42,8, cuando el Altísimo afirma: “Yo soy el Señor; este es mi nombre; No daré mi gloria a otro, ni mi alabanza a imágenes talladas”. Cuando Dios dice que Él es el Señor, se refiere a una práctica antigua, cuando había siervos y amos y el amo estaba dotado del derecho de mandar y hacer lo que quisiera con ese siervo, cuyo único papel era obedecer. Así, quien tiene sensatez y considera a Dios como Señor, cumple su voluntad y comprende que la propia voluntad no siempre se alineará con la suya”
El Altísimo sabe lo que es mejor y el cristiano debe confiar en Su carácter. Si no existe tal confianza, será lo mismo que colocarlo como alguien imperfecto. La persona que no confía en el entendimiento de Dios se pone en una posición de superioridad respecto de Dios e invierte los roles que son correctos: “cuando haces esto, juzgas a Dios como incorrecto y quieres que todo se haga según tu voluntad y querer y luego «Demuestra que no entiendes nada sobre Dios y la fe.
Él sabe todas las cosas.
La afirmación anterior es la razón por la cual el Señor no concede la petición de muchos, porque si la recibieran como desean, atraerían el mal hacia ellos y hacia muchas personas a su alrededor, además de pedir mal. Como se describe en Santiago 4:3: “Pedís y no recibís, porque pedís mal, para desperdiciarlo en vuestros deleites”.
Tenemos la costumbre de pensar demasiado en nosotros mismos y muy poco en los demás. Somos egocéntricos y terminamos actuando así hacia Dios mismo. Pensamos en Dios como quien nos bendice y nos responde y no como el Señor, que también nos enseñó a orar: ‘Hágase su voluntad’”.
Por eso, es necesario que la persona persevere y confíe en que la respuesta de Dios llegará, como enseña el pasaje de Proverbios 3.5-6: “Confía en el Señor de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.
El “no” de Dios
Confiar en Dios es también entender que la respuesta llegará, pero también puede ser una “negativa” de Dios. Después de todo, lo que a los ojos humanos se considera bueno no siempre tendrá un beneficio real. El “no” de Dios es también una respuesta que beneficiará al ser humano, porque, con Su omnisciencia, Él sabe cuáles serán las consecuencias futuras de cumplir un determinado pedido. Un cristiano que cree en Su Poder y continúa confiando su Vida en Él comprende este cuidado. Si empiezas a ponerte en tu lugar y a tratar a Dios como Señor, no importa el momento o si la respuesta es negativa, porque confías en Su carácter y entenderás que su ‘no’ fue mucho mejor que si Hubiera dicho ‘sí’.
Obispo Renato Cardoso