Cuando un plan nuestro no sale adelante, tendemos a pensar que ese bloqueo es del mal. Sin embargo, ¿Alguna vez has parado a pensar que a veces es Dios quien bloquea tus planes? El Espíritu Santo hizo precisamente eso con el apóstol Pablo. En Hechos 16,6-7, Lucas, autor de Hechos, relata un período de los numerosos viajes misioneros de Pablo y dice: “Y al pasar por Frigia y la provincia de Galacia, el Espíritu Santo les impedía predicar la palabra en Asia. Y cuando llegaron a Misia, quisieron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió”. Dos veces Pablo y sus compañeros intentaron ir a cierto destino y el Espíritu Santo no se lo permitió. Tiempo después logró llegar a Asia y predicar la Palabra, pero no en ese momento, pues también se lo impidió el Espíritu Santo.

Pablo no estaba embarcado en ningún proyecto personal, sino en predicar la Palabra de Dios, pero el Espíritu Santo no le permitió llegar en ese momento, a ese lugar. La Biblia no explica por qué, pero podemos conjeturar que allí probablemente su vida corría peligro, que no estaban las condiciones para que la Palabra se desarrollara allí o que había otra prioridad, como Macedonia. Entonces, como la vida de Pablo y sus compañeros estaban en las manos de Dios, sus vidas fueron dirigidas según Su Voluntad y al final todo salió bien.

De la misma manera, nuestro corazón hace planes y nuestra mente planea algo que muchas veces incluso está alineado con la Palabra de Dios, pero aun así tenemos que entender que hay tiempo incluso para hacer el bien. Hay ocasiones en las que lo que queremos no es para ahora, pues la Palabra enseña que una bendición antes de tiempo se convierta en maldición (Proverbios 20:21) y, como Dios es Señor del Tiempo, Él sabe si lo que vamos a hacer hoy tendrá un buen resultado mañana.

Si permites que el Espíritu Santo dirija tu vida, a veces impedirá que ciertos planes sucedan y te dirigirá a mejores lugares. Pero primero debes darle la última palabra. Todo lo que hagas, debes hacerlo según la Voluntad de Dios, como se dice en el Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mateo 6,10). Si el Espíritu Santo no te permitió hacer algo, puedes estar seguro de que fue lo mejor. Ahora bien, si quieres seguir adelante e ignorar Su Voz, estarás solo y luego no reclames si todo sale mal.