No fue Abraham quien llamó por Dios, sino Dios Quien llamó a Abraham.
No fue Moisés quien llamó por Dios, sino Dios Quien llamó a Moisés.
No fue Gedeón quien escogió a Dios, sino Dios Quien escogió a Gedeón.
David estaba detrás de las majadas y fue llamado.

Así también sucedió con los discípulos, y sucede hoy con los escogidos de Dios.

Dios solo llama a quien cree, solamente a aquellos que Le van a obedecer.

¿Cómo saber si Dios nos llamó? No existe explicación, es algo personal, está en nuestras entrañas.

Simplemente, la persona cree y está lista para obedecer. Quien no fue escogido por Dios no entiende este lenguaje, porque no le fue revelado.

Cuando Jesús llama, no explica el porqué, solamente hace el llamado. Así Jesús llamó a los discípulos.

Cuando Él llama, es imposible decir “no”, la persona sacrifica con placer por la seguridad que existe en su interior.

Dios no nos pide nada a lo que no podamos responder, pero la persona se pregunta: “¿Cómo tener la certeza de que Dios me llamó?”. Cuando Él llama, no da espacio para la mínima duda.

Quien todavía no fue llamado y le gustaría serlo, tiene que querer en lo más profundo del alma y estar dispuesto como estaba Abraham.

Aunque la persona esté perdida, sumergida en problemas o sin saber qué hacer, aun así, cuando Dios la llama es para transformarla.

Cuando Dios nos pide algo, nuestro interior nos exige que hagamos lo que fue pedido.

Abraham vivía en una tierra de prostitución, paganismo y perdición. Y en nuestros días está mucho peor que en aquella época.

Solamente los que oyen la voz de Dios son capaces de hacer el sacrificio total, es todo por todo. Si la persona hace por la mitad, o 99%, es porque oyó la voz del sentimiento y no la Voz de Dios.

Cuando se oye la Voz de Dios, no interesa la opinión de nadie. No hay lugar para dudas. Es algo estrictamente entre la persona y Dios.

Esa es la fe racional, que está involucrada con la razón, porque Dios solo habla a la razón.

El principio de la elección de Dios es la fidelidad.