A los 12 años acepté a Jesús en la Iglesia Nueva Vida en Río de Janeiro, formaba parte del grupo y me encontré.
A los 13 años, mi hermano que me llevaba a la iglesia se casó, y yo ya no pude ir, porque mis padres vivían mudándose y yo no tenía autonomía.
A los 15 años, comencé a tener el vicio de las películas pornográficas, encontré las cintas de mi padre que viajaba y las traía, era algo enfermizo. Comencé a buscar informaciones para ser como aquellas mujeres.
A los 16 años, seduje a un niño, a un chico de 9 años.
A los 19 años me puse de novia y me casé a los 21 años con mi primer novio, me separé 6 meses después, al descubrir una traición.
A los 22 años, empecé a tener relaciones con hombres casados (todo escondido y discreto, algo malsano).
A los 22 años, encontré al padre de mi hija y tuvimos una relación de 2 años (conviviendo), quedé embarazada y la relación se terminó, intentamos nuevamente, pero a los 6 meses nos separamos. Después de eso, comencé a prostituirme con africanos.
A los 26 años, conocí al padre de mi hijo, nos casamos legalmente, con vestido de novia y todo. Comenzaron las agresiones y los vicios. Nos separamos en otro estado y me abandonó, sacándome el automóvil y otras cosas. Después de eso, me dejé llevar por la idea de que no servía para estar casada.
Comencé a prostituirme nuevamente hasta que, después de un aborto, casi muero. Nunca estuve a favor, pero el hombre había mentido diciéndome que no podía tener hijos. Después de eso no paré, conocí a un expastor perturbado que también solo me usaba. Después de esa relación, empecé a escuchar voces, a ver sombras, a tener síndrome de pánico y a estar perturbada con pensamientos suicidas.
En todas las relaciones, en el momento del acto sexual, mi cabeza rodaba muy rápido y ya no era la misma persona, después que terminaba, entraba en crisis de llanto, con un vacío enorme.
Hoy entiendo que estaba esclavizada por una entidad, porque pasé por un proceso de liberación los viernes en el Templo de Salomón, en el propósito de la rosa. Allá, usted explicaba, y como yo nunca había entrado en un centro de umbanda, no entendía, pero fui aprendiendo. Cuando terminó la campaña, comencé a ir a la Universal cerca de mi casa. Me entregué de verdad, obedecí a todo. Me bauticé en el Templo, algo muy fuerte.
Mi primera Hoguera Santa fue por mi vida espiritual. Pasé por el Altar, usted tocó mi cabeza y las de mis hijos, en ese momento yo los consagré, Le entregué la vida de ellos al Señor Jesús. Después, de fe en fe, sin faltar, sin cuestionar, vino el Bautismo en el Espíritu Santo.
Comencé a tener amor por las almas. Entré en el Grupo de Evangelización, después en el Godllywood, en el cual Dios comenzó a moldearme, dejé que Él me quebrara y me reconstruyera.
Trabajo hace 19 años en contabilidad, pero renuncié a una empresa que me pedía que hiciera fraudes, no acepté. Enfrenté a todo, los amigos se distanciaron, la familia, los hombres, ¡todo!
Me sumergí en los Ríos de Agua Viva de los que escuchaba hablar en el Altar. Hoy, ¡me río! Mis hijos evangelizan junto a mí, mi hija está en la Fuerza Joven y en el mismo espíritu, mi hijo en la EBI casi GF Teen.
Me río de la cara de la pomba gira y de Satanás…
Paso por luchas, pero cuando veo, viene una campaña, respuesta a las oraciones y a los ayunos, y el Poder del Altísimo a defenderme.
Mis amigos me elogian, mis exmaridos también e incluso al hombre que me hizo abortar lo perdoné y les pedí perdón a todos ellos. Vivo en paz con mis hijos. Soy yo, mis hijos y el cuarto Hombre del horno de fuego.
Obispo, hoy hace dos años que pasé por las puertas del Templo, en la puerta hermosa, y hoy soy una nueva mujer, creada por las manos de Dios.
De prostituta a sierva, los últimos 20 días llevé a 21 almas y ellas continúan yendo, todas resultado de la evangelización en la comunidad.
Hoy, mi deseo, además de mi Salvación, y pido su oración para eso, es ser misionera en lugares a los que Dios me envíe. Porque mi vida es feliz cuando estoy ganando almas, ¡¡¡soy feliz así!!!
Cuando escuché a la señora Fátima hablar en el programa Entre nosotras sobre Asia, hirvió en mi interior la voluntad de volar hacia allá, si yo pudiese. ¡Pero Dios puede! Soy muy feliz dondequiera que Él me ponga y me use.
Marcia Martiniano
Colaboró: Obispo Clodomir Santos
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