Cuando algo no sucede según lo planeado, es común oír a algunas personas decir: “Fue Dios quien lo quiso así”. Pero, ¿realmente Él es el culpable por el fracaso de un proyecto, un infortunio o un sufrimiento?

Muchos están acostumbrados a responsabilizar a Dios por todo lo que sucede en sus vidas y pocos son conscientes de que, en realidad, la mayoría de los acontecimientos son el resultado de las propias elecciones.

Dios no realiza todas las cosas solo. Por supuesto que Él tiene ese poder, tanto que está siempre disponible para actuar cuando quiere bendecirnos. Pero nuestro éxito o fracaso no depende solo de Su voluntad y empeño, sino, principalmente, de nuestras actitudes.

Dios deja claro en la Biblia Sagrada cuánto quiere que nos esforcemos para que alcancemos lo que nos fue prometido cuando habla con Josué sobre la conquista de Canaán. “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.”(Josué 1:9).

Sin embargo, actualmente, muchas personas esperan que Él concrete sus objetivos sin que haya una movilización de parte de ellas para provocar tales realizaciones, como explicó el obispo Edir Macedo. “Dios no va a hacer magia, pero Él lo llena de la Gloria, que es Su Espíritu, y le da fuerzas, fe, coraje y ánimo. Quita sus miedos, sus dudas y sus debilidades.”

De esta forma, si las personas se muestran sensibles a Su voz, reciben de Él estas virtudes para, exactamente, ser utilizadas en diversas oportunidades, principalmente en la superación de los problemas y en la dirección de las bendiciones.

Mentalidad de víctima

El ser humano siempre le está echando la culpa a terceros para eximirse de la responsabilidad de sus actos. Siempre fue así.

Desde el inicio de la creación de la humanidad, el hombre le echa la culpa de todo lo que le sale mal a Dios. En el Jardín del Edén, Adán le dijo al Señor:La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” (Génesis 3:12)

Él no solo culpó a la mujer por su caída, sino que también responsabilizó a Dios mencionando que Él eraquien le había dado a Eva por mujer.

Cuando la persona siempre reclama de los problemas, culpándolo a Dios e intentando encontrar una razón para entenderlos, ella se comporta comovíctima, se debilita y se convierte en una presa fácil para las trampas impuestas por los problemas.

Pero, cuando la persona decide dejar de lamentarse, ella toma el destino en sus manos y determina los recursos que puede usar para luchar y reaccionar frente a las adversidades.

En ese momento Dios se le aparece a la persona, no para llorar con ella, sino para reanimarla a seguir adelante. “Muchas personas ven a las otras felices mientras que están pasando por una adversidad y comienzan a culpar a Dios. Se considera que una persona que comete errores, incluso siendo bendecida, se ‘escapa’ de Dios. Pero Él dice que el que Lo sirve será honrado, quien es fiel el Padre lo honrará. Entonces, hay que confiar”, explicó el obispo Macedo.

Para que eso suceda hay que poner a Dios en primer lugar. “No hay nada más glorioso para Dios que reconocerlo. Él nos dio todo, pero quiere ver nuestra actitud en relación a Él, si tenemos gratitud por Él”, agregó el obispo.

La responsabilidad es nuestra

Todos los seres humanos eligen el camino que pretenden seguir en la vida, pero esa elección no es garantía de éxito. Es como lanzar un tiro al blanco en un ambiente oscuro.

Pero, al elegir el camino que Dios orienta en Su Palabra, ustedciertamente alcanzará la victoria, aunque demore en llegar.

Lo que sucede es que muchas personas desisten de seguir el camino de Dios cuando se dan cuenta que sus problemas tardan en solucionarse o las bendiciones no llegan. De esa manera, cuando su fe es probada delante de los problemas, se debilitan.

Dios no actúa en la vida de la persona si ella no manifiesta la fe en aquello que quiere. “Dios solo aparece cuando estamos en la “cueva de los leones”. Él no libró a Daniel de la cueva, pero lo libró de ser devorado por los leones. Él no libró a Sadrac, Mesac y Abed-Nego de la condenación al horno y, allí en el horno, el Señor Jesús apareció”, escribió el obispo Júlio Freitas en una publicación en su blog.

Entienda que Dios no quiere el fracaso ni el dolor de nadie. Por lo contrario, Su deseo de realizar su pedido sucede antes incluso de que usted lo ponga en práctica, porque Sus obras son perfectas. Pero, el ser humano es fallo.

Entonces, si usted ha fallado, repare su error y tenga la oportunidad de ver que sus actos pueden tener otras consecuencias. “Haga como David, que reconoció su pecado, confesó y Dios lo perdonó y restauró. ¿Usted se equivocó, cayó en pecado? Entonces, arrodíllese delante de Dios y confiese su pecado”, aconsejó el obispo Júlio.