No todos los que profesan el nombre del Señor Jesús le son verdaderamente fieles. Muchos, ante las dificultades, le ofrecen murmuraciones y lamentaciones que parecen un verdadero insulto a su honor: «Vuestras palabras han sido duras contra mí, dice el Señor…» (Malaquías 3:13).
Experimentar tribulaciones es inevitable; después de todo, vivimos en un mundo plagado de problemas que afectan a todos, incluso a quienes temen a Dios. Y son nuestras reacciones ante ellos las que definen nuestra conducta y cómo Él nos ve.
Para ser considerado fiel al Altísimo, no basta con recibir bendiciones con alegría ni seguir sus mandamientos. En necesario también enaltecerlo en medio de las dificultades. Si en tiempos de amargura lo maldecimos, ya sea con la boca o con el pensamiento, o si envidiamos a quienes viven en la maldad por su comodidad, no solo lo desagradaremos, sino que también cargaremos en nosotros el pecado de los malos ojos.
Quienes dan gracias a Dios y mantienen su fe ante las dificultades son honrados y recordados por Él: «Entonces los que temían al Señor se hablaron unos a otros, y el Señor prestó atención y escuchó, y fue escrito delante de Él un libro memorial para los que temen al Señor y para los que estiman su nombre. » (Malaquías 3:16).
Como afirma el apóstol Pablo, la espina en la carne sirve para mantener viva y fortalecida nuestra fe y para evitar que nos envanezcamos ante las revelaciones del Señor. Y quienes verdaderamente temen a Dios lo reconocen.
Si tienes fe y temes al Altísimo, los problemas no importan, porque «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28). Confiésalo siempre, porque Dios es fiel y no permitirá que las dificultades te sofoquen. Dar gracias por la espina en tu carne glorifica el nombre del Señor Jesús. ¡Hazlo!
Obispo Edir Macedo