Así como un huracán o un tornado que arrasa todo a su paso, es el pecado, que devasta la vida del pecador y también la de otros, que se ven afectados indirectamente por él.

El pecado se propaga, cobra vidas y deja atrás de sí rastros de destrucción, al fin y al cabo, es un error que destruye lo que está íntegro e intacto, empezando por la conciencia de quien vive en su práctica y acusándola constantemente. ¿Cuántas veces, en un momento de ira, por ejemplo, has dicho “serpientes y lagartos” y, inmediatamente, te pesa la conciencia y te arrepentiste? ¿Cuántas relaciones o familias han sido destruidas por el pecado de la mentira, las adicciones, las traiciones y han debilitado matrimonios, por ejemplo?

El pecado no sólo afecta a quienes lo cometieron, sino también a terceros y entonces podremos entender por qué el mundo es como es. El pecado cometido genera muerte y la Palabra de Dios enseña que bienaventurado el hombre que soporta la tentación (Santiago 1.12). En otras palabras, la persona que resiste al pecado será feliz y evitará la destrucción, que es lo que destaca en el primer punto de la oración del Padre Nuestro: “Y no nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal” (Mateo 6:13).

La segunda lección es para aquellos que ya han caído en la tentación y no saben qué hacer. El Texto Sagrado afirma “(…) para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Entonces, si has caído en tentación, necesitas levantarte, reconstruir lo que el pecado destruyó y, para ello, necesitas creer en el Señor Jesús, arrepentirte de lo que hiciste y aceptar el perdón que Él te da para que, de esta manera, puedes cambiar tu vida y reparar lo que puedas. Todo lo que esté más allá de tu alcance debes confiar en Dios, buscar su perdón, mirar hacia adelante y hacer las cosas de manera diferente a como lo has hecho hasta ahora. Esta es la oportunidad que Dios te está dando para comenzar una nueva vida y no volver a cometer errores. Así que acéptalo.

Obispo Renato Cardoso