A través de las Sagradas Escrituras, el Señor Jesús anuncia con frecuencia: «El reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mateo 12:28). Pero ¿sabes qué es este Reino y qué significa? Al oír hablar de él, muchos piensan inmediatamente en el cielo, un lugar que será conquistado por los justos después de la muerte, pero va más allá. El Reino de Dios no es un reino político, es el gobierno de Dios en tu vida. Es el comienzo del Reino de los Cielos aquí en la Tierra, que comienza en quienes creen, es decir, en quienes priorizan su voluntad y sus pensamientos y objetivos.
Además, el Reino de Dios se ve y se explica de diversas maneras a lo largo del texto bíblico. En Mateo 13:33, por ejemplo, el Señor Jesús describe que «es como la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado». Esto significa que somos como la masa de pan: cuando se introduce la levadura (el Reino de Dios), aparentemente nada cambia. Sin embargo, nuestro interior es leudado por ella; es decir, nuestro corazón y nuestra mente son moldeados de tal manera que buscamos esculpir nuestro carácter según el carácter del Altísimo. Y, entonces, nos convertimos en ciudadanos del Reino de Dios y extranjeros en el reino del mundo.
Un extranjero se caracteriza por su notable diferencia con respecto a las demás personas de su lugar de residencia. De la misma manera, quienes no pertenecen al Reino de Dios notan la diferencia con quienes sí lo son: su forma de hablar, pensar o actuar, sus objetivos; en resumen, todo. Observa que lo que comenzó siendo invisible, como la levadura en la masa, luego se hace visible, con un retrato real de lo que comenzó en ti. Así, la imagen y semejanza de Dios, perdida por el pecado de Adán y Eva (Génesis 1:26), se rescata en tu vida y, desde ese momento, quien te mira ve a Dios mismo.
¿Quieres ser parte del Reino de los Cielos? Entonces, el Reino de Dios debe comenzar primero en ti. Entrégate por completo a tu Gobernante y su imagen se proyectará al mundo a través de ti.
Obispo Edir Macedo