¿Quién es la mejor madre del mundo? Para muchos, la respuesta será inmediata: es, sin duda, la propia. Al fin y al cabo, la presencia de una madre disipa cualquier mal humor, reconforta, consuela y, sobre todo, es ella quien nos da la vida. Sin esperar nada a cambio, es capaz de dejar atrás cualquier vanidad para ofrecer lo mejor a sus seres queridos y, a veces, soporta en silencio el dolor y la ingratitud, manteniéndose fuerte y manteniendo también unida a su familia en los momentos difíciles. ¿Cómo podemos medir el valor de una madre por sus múltiples características?
¿Quién lo explica?
La historia de Rizpa, contada en la Biblia en 2 Samuel 21:1-14, resalta el amor y el corazón de una madre,

pero en un contexto fuera del curso natural de la vida. El escenario en ese momento era uno de sequía y hambruna que devastó a Israel en los últimos años del reinado de David. Al buscar respuestas de Dios, David descubrió que la causa de la calamidad estaba relacionada con las acciones de Saúl, su predecesor, quien mató injustamente a los gabaonitas. Como reparación, entonces, exigieron siete descendientes del linaje de Saúl. Rizpa, la ex concubina de Saúl, fue madre de dos hombres que fueron entregados y, aun después de perderlos, permaneció con ellos en un acto de profunda conmoción, como leemos en 2 Samuel 21:10. Su amor incondicional tocó el corazón de David, un hombre conforme al corazón de Dios, quien garantizó a sus hijos un entierro digno.
Esta historia no es más que un testimonio de la conexión que trasciende la angustia y se manifiesta en el honor y el cuidado, reflejando la fuerza y la compasión que definen a una madre.
Este amor se asemeja al amor divino. Junto con la Iglesia, que representa a la Madre, Dios Padre reúne a sus hijos, les habla y mantiene su cuidado y su reprensión. Quien abandona a la Madre y se convierte en una persona no eclesial, también deja de escuchar a Dios, de caminar en sus caminos y, en consecuencia, de tener su protección. Pero aunque las decisiones de los hombres hieren el corazón de Dios, su amor permanece inmutable.
Algo en común
Dios, más que nadie, comprende el dolor que late en el corazón de una madre que ve sufrir a su hijo. Y, por más que sean capaces de llevar una fuerza dentro de ellas, sólo buscando la fuerza de Dios podrán encontrar el coraje suficiente para poder siempre ayudar a sus hijos.
Por el cordón divino
Desde el principio, cuando el pecado arrojó a la humanidad a la aflicción, a las mujeres se les confió el papel de generar vida bajo el peso del dolor (Génesis 3:16). Sin embargo, las entrañas que albergan el sufrimiento también se convierten en la cuna del amor profundo. A través de su entrega total de sí misma, la madre refleja el carácter de Dios. Al conceder a las mujeres el legado de la maternidad, es como si el Creador hubiera consagrado su importancia para colaborar en Su Obra. Así como el cordón umbilical une al niño con la madre, el cordón espiritual une a la madre con el Dios Creador.
Como las madres son tan importantes el próximo domingo 18 de mayo nos reuniremos para honrarlas y orar por ellas.
Cada uno pedirá en favor de su madre, y también todos juntos pediremos por nuestra madre espiritual que es la iglesia que nos recibe a todos con los brazos abiertos.
Le esperamos el domingo especialmente a las 09:30H en todas las Universal del país.
Otros horarios: 07:00h, 15:00h y 18:00h.