La historia del chisme se remonta a los inicios de la humanidad y jugó un papel vital durante la revolución cognitiva, cuando surgieron nuevas formas de comunicación, hace unos 30 mil años. Se considera que el chisme era importante para la supervivencia humana, pues permitía el intercambio de información entre miembros de un grupo y distinguía comportamientos, como, por ejemplo, la confianza frente a la traición.
Pero los chismes adquirieron un papel diferente con el tiempo. En un mundo actual cada vez más conectado por las redes sociales, el chisme sigue siendo una poderosa herramienta de interacción, pero sus consecuencias están estrechamente ligadas a la intención detrás de él.
En una encuesta publicada por la revista científica Nature, la mayoría de los encuestados afirmaron que los chismes, cuando están impulsados por el deseo de cooperación, forman vínculos sociales, pero si están teñidos de malicia, pueden empañar fatalmente la reputación de las personas. La investigación también señala que el chisme, cuando se practica negativamente, puede tener sus raíces en la satisfacción personal como una forma de responder a impulsos agresivos reprimidos.
Entre los hombres, el chisme adquiere una curiosa peculiaridad. Contrariamente a los estereotipos, algunos estudios muestran que superan a las mujeres en términos de exposición en las redes sociales, generando comentarios que conducen a chismes, alimentados por el deseo de aprobación social. Esta búsqueda de «me gusta» los lleva a revelaciones sensibles y a compartir información íntima y embarazosa sobre colegas y superiores.
Hay un estudio, realizado por la Universidad Estatal de Washington, en Estados Unidos, que destaca la existencia de “buenos chismes”, en los que los comentarios positivos y bien intencionados fortalecen las relaciones personales y profesionales. Esto se debe a que, al resaltar las cualidades de los demás, los chismosos ganan reconocimiento y solidifican vínculos, lo que, a largo plazo, se traduce en beneficios tangibles, como ascensos, aumentos salariales y, en particular, buenas relaciones con las personas que los rodean.
Sin embargo, los chismes casi siempre se difunden de manera dañina. Tanto es así que, en la Biblia, es posible encontrar una condena del mismo, pues sus efectos pueden dañar profundamente a otros individuos y tener graves consecuencias para el propio chismoso. El libro de Levítico, en 19:16, por ejemplo, es explícito al advertir: “No serás chismoso entre tu pueblo; No te opondrás a la sangre de tu prójimo”. En esta instrucción, la sabiduría divina destaca que es importante preservar el respeto y la armonía entre las personas y evitar la difusión de chismes que comprometan las relaciones y causen daño.
Por lo tanto, es necesario pensar antes de hacer cualquier comentario. En un mundo donde las palabras pueden hacer o deshacer, es necesario considerar sus efectos antes de decirlas.