La fe y el coraje andan juntos. No hay fe sin coraje, así como no hay coraje sin fe. Uno depende del otro para que haya conquistas.
Tres veces Dios le ordenó a Josué que fuera fuerte y valiente. La fuerza aquí no se trata del vigor físico, sino de fuerza espiritual que se refiere a la convicción personal.
Todo en la vida depende de la fe y el coraje. Fe para creer en sí mismo y, sobre todo, en Dios y coraje para poner esa fe en práctica.
La fe tiene que estar enfocada en sociedad de la persona con Dios. Fe en sí mismo y en Dios.
Cuando la fe está enfocada solo en Dios, no funciona. Es el caso, por ejemplo, de los religiosos. Aprendieron a creer en Dios, pero no en sí mismos. Esa es la razón de la falta de fuerza necesaria para practicar la fe. A causa de eso, no se ven resultados prácticos de la fe en el día a día.
A pesar de haber sido llamado, escogido y ungido, Josué tenía que seguir el consejo Divino para ser exitoso. Dios insistió tres veces consecutivas para que él fuera fuerte y valiente, porque de eso dependería su éxito. Moisés ya le había aconsejado eso antes. Y David también hizo lo mismo con Salomón (1 Reyes 2:2).
¿Ya habrá perdido sentido ese consejo hoy en día? Cualquier conquista, incluyendo la Salvación eterna, depende de que este consejo sea puesto en práctica.
La orden Divina es: fe y coraje. En otras palabras, sé fuerte y valiente.
Dios los bendiga a todos.
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