Job, de repente, perdió todos sus bienes, sus diez hijos en una tragedia y su salud y el Texto Sagrado dice que “en todo esto Job no pecó con sus labios” (Job 2,10). Esta frase es muy curiosa porque, normalmente, cuando hablamos de pecado, pensamos en cosas groseras, pero pocas personas piensan que también pueden pecar con los labios.
Por cierto, la boca es uno de los principales instrumentos del pecado y el más dañino porque la mayoría de los seres humanos no comprenden el poder de la palabra. Si entendiera, usaría el idioma con más cuidado, habilidad y sabiduría.
Hay tres maneras en que puedes pecar con tus labios. La primera ocurre cuando hablas mal de los demás. Todo el mundo sabe que hablar mal de los demás es feo, pero ¿cuántos de nosotros nos encontramos criticando y usando una lengua dura para hablar mal de alguien? Normalmente esto sucede cuando emitimos una opinión cargada de malos sentimientos.
La segunda forma en que usamos mal la lengua es cuando hablamos mal de nosotros mismos. Nos desvalorizamos, reducimos nuestra capacidad, a veces incluso con falsa modestia y humildad, pero siempre usamos un término peyorativo para hablar de nosotros mismos. Terminas hablando mal de ti mismo sin ser consciente de que la palabra tiene poder y terminas creyéndotelo. Ni siquiera deberías pensar en ello, a menos que lo que digas sea algo cierto que realmente deba cambiarse.
La tercera forma en que pecamos con nuestros labios es cuando usamos nuestra lengua para hablar en contra de lo que dice Dios. La Palabra de Dios dice una cosa y tú dices otra. Dios te dice que perdones y tú dices: “no hay perdón para esta persona”. Estás pecando con tu boca al no estar de acuerdo con la Palabra de Dios.
Si sigues queriendo discutir con Dios, pensando que está equivocado, ¡no llegarás muy lejos!
Entonces, será que estás pecando con tus labios, con tu boca, por medio de una de estas tres formas: hablando mal de los demás, hablando mal de ti mismo o en desacuerdo con la Palabra de Dios. Job, aun con todo lo que padeció, no pecó con sus labios y hasta la Biblia dice que el hombre que no peca con sus labios es perfecto (Santiago 3.2). Entonces, si quieres mejorar tu vida, comienza con tus pensamientos y lo que dejas salir de tu boca.
Obispo Renato Cardoso