No existe la más mínima chance de hacer la Voluntad de Dios sin el sacrificio de la propia voluntad.

¿Cómo servir al Señor y servirse a sí mismo o servirse a sí mismo y al Señor?

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón. Mateo 6:24 RVA

Esta Palabra del SEÑOR no permite ninguna duda en cuanto a la posición de quien realmente es siervo o quiere servir a Dios.

… porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro…

Quiere decir que: o el siervo ama a Dios y se dedica a Él con todas sus fuerzas, con todo su entendimiento y con todo su corazón y, automáticamente y en la misma proporción inversa, se odia a sí mismo, al mundo y a Mammón, o tal siervo odia al Señor Jesucristo, y se ama y se dedica a sí mismo.

Justamente por causa del conflicto de a quién servir es que se hace necesario el sacrificio.

Quien sacrifica para Dios, sirve a Dios y se desprecia a sí mismo y al diablo.

En resumen, ningún siervo puede permanecer neutro entre servir a uno o a otro señor. Solamente el sacrificio tiene el poder de definir a quién se sirve, si a Dios o a Mammón.

Cualquier persona puede pensar que es sierva de Dios e incluso defender su posición delante de los hombres, pero es su sacrificio (servicio) el que testimoniará delante de Dios a quién sirve ella.

Un miembro de la Iglesia del Señor que es empresario, empleado(a), o que ejerce su profesión de abogado, médico, profesor o cualquier otra actividad, siempre que sea siervo de Dios, antes de considerarse “miembro de la denominación cristiana”, en realidad, pertenece al Cuerpo de la Iglesia del Señor Jesucristo. Y como miembro de ese Cuerpo, primero él Le debe toda su vida y servicio al Cabeza de ese Cuerpo.

Siendo así, toda su vida (una célula del cuerpo) prioriza el beneficio del Cuerpo entero (Iglesia/Reino de Dios). Mucho más allá de la familia, de la profesión, de sus sueños y proyectos personales, en fin, todo, todo tiene que tener como objetivo el servicio y la gloria del Cabeza del Cuerpo.

Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. Corintios 10:31

El vendedor “cristiano”, por ejemplo, tiene como objetivo ganar dinero para sí y el confort de su familia. Frente a eso, le debe obligaciones a su patrón, a su familia, a sí mismo y, por último, a su denominación religiosa. Pero si, de hecho y de verdad, es siervo de Dios, primero él Le debe servicio al Señor de su alma. Eso significa que no solo Le devuelve el Diezmo a Dios, sino que él mismo es el propio Diezmo del Señor en su familia, en su trabajo y en su iglesia.

Así dice el SEÑOR: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de Mí en el desierto, en tierra no sembrada. Santo era Israel al SEÑOR, Primicias de Sus nuevos frutos… Jeremías 2:2-3

Medite bien sobre su condición delante del Todopoderoso.