«Nombrarás para ti (elección) jueces y oficiales (autoridades, políticos) en todas las ciudades que el SEÑOR tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justo juicio. No torcerás la justicia (darle el “modo” brasileño); no harás acepción de personas, ni tomarás soborno (vender el voto), porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo. La justicia, y solo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el SEÑOR tu Dios te da» . Deuteronomio 16:18-20

Este precioso pasaje ya responde a una de las preguntas que más oímos en los últimos días: ¿Por qué la iglesia está hablando y está tan inmersa en el actual escenario político? Por el mismo motivo por el que Dios le mandó a Moisés que eligiera jueces y oficiales cuando Israel entraba en la Tierra Prometida. La obra es de Dios, pero no sucede en los Cielos, sino aquí, en la Tierra, donde los políticos crean leyes de las cuales muchas son hechas con el claro objetivo de oprimir todavía más al pobre o de trabar la obra de aquellos que trabajan duro para liberarlo. Además, ellos quieren hacer de la Justicia un producto de subasta, “quien paga más, se lo lleva”.

Pero ¿por qué sucede eso y, muchas veces, en el medio cristiano?

¿Por la enorme cantidad de políticos corruptos?

¿Por la extrema pobreza en la que viven las personas?

Les digo que no. El problema es totalmente espiritual. Es la ausencia del Espíritu Santo en las personas, inclusive en muchos que están dentro de las iglesias, pues, cuando el Espíritu Santo desciende sobre alguien, lo primero que le sucede es un cambio de mentalidad y un aguzado discernimiento de espíritu, de modo que esa persona jamás aceptará soborno, ni legalizado y en forma de alguna especie de “Bolsa beneficio”. Su espíritu la hace querer la vida abundante. Y, para completar, cuando el espíritu es el mismo, aquella comunidad tiene un Partido Único, que es el del Reino de Dios y nunca, jamás, venderá su dignidad (voto) por un plato de comida. Ni elegirá a alguien que va contra todo lo que es correcto y en lo que ella cree.

Porque quien tiene el Espíritu de Dios no tiene precio, ¡sino VALOR!

¡Dios los bendiga sobremanera!