Un terrible consejo es: sé tú mismo. El mundo utiliza esta frase como un supuesto incentivo, como si fuera a elevar nuestra autoestima y liberarnos de la necesidad de seguir a los demás. Y, como las mentiras más potentes, este consejo es una verdad a medias.
De hecho, es malo obsesionarse con intentar imitar a los demás, como es habitual cuando una persona está descubriéndose a sí misma y su lugar en el mundo. Es común mirar a ídolos y personas exitosas en algún área y querer imitar su forma de vestir, hablar y actuar. El resultado es que la mayoría de los jóvenes son copias.
Pero es imposible que alguien sobreviva sin imitar en algún nivel lo que ve en otras personas, y eso no es necesariamente algo malo. Si así fuera, la Palabra de Dios no daría el siguiente consejo: “sed imitadores de Dios, como hijos amados” (Efesios 5:1).
Es común que un hijo quiera imitar a su padre cuando es niño, así como es común que un hijo, durante la adolescencia, quiera “ser él mismo”, distanciarse de su padre e imitar a los de afuera. Pero éste es el camino equivocado.
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y la palabra “cristiano” significa precisamente “imitadores de Cristo”. Hacerlo no es señal de vergüenza porque Él es el estándar de perfección y carácter, el ejemplo de todo lo que cualquiera debería aspirar a ser. Por lo tanto, no está mal ni es malo ni falta de identidad propia no querer “ser uno mismo” y querer imitar a Aquel que es perfecto. El problema es querer imitar a quienes ni siquiera saben qué hacen con sus vidas y sólo quieren lanzar moda, aparecer y tener seguidores.
“Sé tú mismo” es malo porque dice que no necesitas cambiar nada, porque lo correcto es ser como ya eres, sin mejorar ni aprender, pero ¿eres tan perfecto? A la luz de la Palabra de Dios, lo que hay dentro de nosotros es exactamente lo contrario: Dice que nuestro corazón es un gran engañador y donde están los malos pensamientos.
Por tanto, ser uno mismo es lo peor que puedes hacer. Comprenda que es único, pero eso no significa que esté en su nivel más alto. Debes mirar al estándar de perfección, que es Dios, e imitarlo en carácter, pensamientos, metas y buscar hacer lo que Jesús haría si estuviera en tu lugar. Vuestra preocupación debe ser imitar a Quien es digno de ser imitado.
Obispo Renato Cardoso