En Hebreos 12.14, el Texto Sagrado nos guía y afirma: “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. No es necesaria mucha explicación ni traducción de lo que dice la Palabra de Dios, ya que es clara y objetiva. Pero quizás necesites entender lo que realmente significa tener una vida santificada.
Más que una rutina formada por hábitos religiosos, la santificación hace referencia a tu testimonio de vida y a cuánto te abstienes de la inmundicia, es decir, del pecado que domina el mundo. Santificarse es apartarse, inclinarse ante la justicia del Altísimo y seguir Su Verdad. ¿Como? Creyendo en Su Palabra y sometiéndonos en obediencia a Sus consejos y mandamientos.
De este modo, el temor de Dios nos conduce a la santificación de la propia vida y, en consecuencia, al honor del Nombre del Señor en esta Tierra. Y no termina ahí. Todavía te conviertes en un testigo vivo de Su Palabra con una conducta de integridad, decencia y fidelidad, siendo una luz en medio de las tinieblas.
Pero tenga cuidado de no caer en la trampa. No hay término medio ni posibilidad de vivir una mentira, sino solo dos opciones: o te entregas completamente a Dios y lo honras con tu vida, o te resistes a sus caminos, desprecias la santidad y abrazas la blasfemia y la deshonra contra el Nombre del Todopoderoso, como declaran las Escrituras: “El que camina en integridad teme al Señor, pero el que se extravía de sus caminos lo desprecia” (Proverbios 14:2).
Por lo tanto, comprendan: para ver a Dios es necesario estar en el Cielo, y solo quienes viven en santidad, separados del pecado y de quienes lo practican, pueden alcanzarlo, porque «¿qué comunión tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?» (2 Corintios 6:14). Reconoce esto y comienza a vivir en la Verdad para que Dios sea santificado en tu vida y el mundo vea que Él no es sólo una filosofía y no tiene nada que ver con una religión, sino que Él es un Dios Vivo y Su Palabra se cumple en la vida de quienes le siguen.
Obispo Edir Macedo