Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Marcos 14:38
Muchos que han caído en tentación, alegan diciendo: “la carne es débil”… Como si eso justificara el pecado.
En realidad, lo que el Señor dice respecto a eso tiene el objetivo de estimular la atención permanente para no entrar en tentación. Es decir, que jamás haya distracción de la fe para no dejar su ambiente. Porque cuando alguien sale del ambiente de la fe, inmediatamente entra en el ambiente de la duda y, consecuentemente, de la tentación. Por lo tanto, se debe velar y orar para no entrar en el clima de la tentación.
La elección de compañías hace mucha diferencia en ese aspecto. Otros han caído en tentación y se justifican colocando la culpa en terceros. Fue la actitud de Adán delante de Dios, cuando culpó a Eva por su caída (Génesis 3:12).
Ahora bien, nadie debe justificar su pecado apuntando a terceros, ni siquiera al diablo. Porque eso no va a librarlo de la muerte eterna.
Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Santiago 1:14
Debido a eso, cada uno es responsable delante del Altísimo por sus propios pecados. En el Juicio Final, cada uno será juzgado individualmente de acuerdo a sus propias obras.
El argumento de debilidad no justifica el pecado porque Dios no permite la tentación más allá de la capacidad de resistencia (1 Corintios 10-13).
El pecado genera duda.
La duda paraliza a la fe.
Y sin fe es imposible agradar a Dios.
Esa es la razón por la cual el pecado mata.
¡No siempre de una sola vez! La mayoría de las veces, poco a poco…
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