Probablemente has estado en una situación similar: necesitabas cargar algo muy pesado, una caja, un mueble, algo y había gente a tu alrededor, pero nadie se ofreció a ayudarte. En ese momento, te llenaste de ira.
Cuando pasa una situación como esta, tenemos dos opciones: tragarnos la ira y hablar con quien esté ahí: “fulano de tal, ¿me puedes darme una mano aquí?” ¿O mantenemos ese enojo? Y decimos: “Deja que la llevo solo”. Entonces, tomamos esa caja pesada que rompe nuestra columna y vamos pasando, chocando las paredes, creando aquella escena, solo para demostrar que podemos cargarla solos.
Ahora imagina que esta pesada caja que llevas es tu pasado. Por eso, muchas personas llevan su pasado como una carga pesada. Miran hacia atrás y se arrepienten. A menudo se enojan con las personas que les hicieron mal, o con lo que perdieron, y eso se queda ahí, amargándoles la vida. Quizás no te des cuenta de que, te has convertido en una persona tan amargada, estás ahuyentando a la gente. Quizás no te hayas dado cuenta de que su ceño fruncido, sus palabras duras, su aislamiento, hacen pensar a la gente: “Es mejor dejarlo en paz”.
Pero comprende que estás cargando con un peso que no necesitas cargar, por dos razones: la primera es que nada de lo que hagas hoy cambiará lo sucedido. La segunda es que puedes pedir ayuda para quitarte esta carga de encima.
La Palabra de Dios dice en Nahúm 1:7: “El Señor es bueno; es fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en él confían”. El Señor es bueno. Muchas veces no entenderemos las cosas de la vida, pero Dios ya lo sabe todo, porque ve el pasado, el presente y el futuro. Entonces lo que hay que hacer es confiar. Él te sirve de fortaleza en el día de la angustia. Es decir, en medio del problema, si te refugias en Él, llegará el momento en que todo llegará a su fin.
Así que deja ir el orgullo, deja ese peso en las Manos de Dios, comparte tu dolor con Él y deja que Dios te sane. Confía en que todo lo que Él hará siempre será bueno y lo mejor para ti.
Obispo Renato Cardoso