El próximo domingo celebraremos la Pascua. ¿Alguna vez has reflexionado sobre el verdadero significado de esta fecha?
Hace unos 3500 años, Dios instituyó la Pascua en Egipto para marcar la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud. La palabra proviene del hebreo pesach, que significa «pasar» o «pasar por encima». En ese momento, Dios habló a los hebreos, a través de Moisés, que cada familia debería sacrificar un cordero y pasar su sangre en la puerta de su casa para que su hijo primogénito se salvara de la muerte causada por el «ángel destructor». Después de esta liberación, todos ellos recibirían la oportunidad de una nueva vida (Éxodo 12).
Más tarde, Dios envió a su Hijo, el Señor Jesús, para ser ese Cordero. Su plan era salvar a todo Su pueblo de sus delitos y pecados, desde que Adán y Eva escucharon la voz del diablo en el Jardín del Edén. Jesús vino al mundo para convertirse en el Único acceso, a la Puerta de la Salvación y a la vida eterna.
Conoció el sufrimiento de la humanidad y aceptó llevarlo consigo, sacrificando Su vida, para que se cumpliera el plan Divino. Él derramó Su sangre como un cordero inmolado. Él tomó nuestras enfermedades sobre Sí mismo, llevando su peso sobre Su cuerpo.
Antes de ser crucificado, fue despreciado, rechazado, oprimido y humillado por todos los que no creían en él. Recibió la violencia de hombres brutales que no midieron esfuerzos para atacarlo con puñetazos en la cara, azotes de varas, azotes en la espalda y azotes que desgarraron Su carne.
“Mas Él fue herido por nuestras transgresiones,molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz[e], cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros.”(Isaías 53.5-6).
Está claro que el sufrimiento fue grande para Jesús. Después de todo, estaba en un cuerpo humano y vulnerable como el nuestro.
A pesar de estar herido por llevar pecados que no eran suyos, ni siquiera pensó en rendirse o pronunciar una palabra. Al contrario, pagó un alto precio al dar Su vida para que pudiéramos ser perdonados. En la cruz, la inmoralidad, el alejamiento espiritual y los pecados de todas las personas fueron quitados.
Debido a que Él fue crucificado, murió y resucitó, recibimos la oportunidad de encontrar el perdón y tener una nueva vida preparada por Dios. Nuestros problemas fueron vencidos por Él, y con eso, el diablo fue vencido. Por eso entendemos que Jesús no vino al mundo a juzgar o condenar a las personas, sino a darles la oportunidad de arrepentirse de sus errores para que puedan llegar al Reino de los Cielos.
Gracias a su entrega, la Pascua de nuestros días promueve la liberación total de nuestra vida. Dios está dispuesto a perdonar y ayudar a los seres humanos en sus debilidades. Además, en su Palabra hay promesas que garantizan que es posible tener mayores gozos y honras que en todo el tiempo pasado en transgresiones.
Así que no importa lo que hiciste. Jesús vive hoy para transformar tu vida. Solo necesitas arrepentirte, volverte a Él y buscarlo.
¿Crees que tu vida y tus sueños pueden resucitar? Prepárate para la Verdadera Pascua, el día en que Jesús descenderá sobre tu vida, como el día en que resucitó, trayendo consigo una nueva historia.