Todo siervo sabe que la Obra de Dios exige abnegación. O sea, sacrificar su ser para atender las necesidades ajenas. Pero lo que no todos saben es que no bastan solo algunos sacrificios. ¡Y es precisamente ahí que está el elemento divisor entre los verdaderos y los supuestamente verdaderos siervos de Dios!

Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo. Lucas 14:26

¿Quién estaría dispuesto a sacrificar la familia e incluso la propia vida para seguir y servir al Señor Jesús? A veces, el sacrificio de la propia vida, a pesar de ser doloroso, aun así, es mucho más fácil que el de la familia.

Aborrecer padre, madre, mujer, hijos y hermanos involucra abnegar el sentimiento humano más fuerte: la pasión familiar.

¿Se acuerda del pedido de Dios a Abraham? ¿Sacrificio de Isaac? Pues bien, el Dios de Abraham continúa pidiendo a Isaac…

Muchas veces la persona ofrece su vida en el Altar, pero no sacrifica a sus ídolos familiares. Siendo así, se hace difícil el nacimiento del Espíritu.