Dios le dio a los seres humanos una conciencia que los guía en ciertos asuntos de la vida de manera universal. Por ejemplo, para todos los pueblos y culturas está mal matar y hay algo dentro de nosotros que dice: “está mal quitarle la vida a una persona”. Sin embargo, hay personas que hacen cosas malas y su conciencia no las acusa. Pronto comprendemos que la conciencia que Dios nos dio no es suficiente. Parece que se puede cambiar hasta el punto en que la gente justifique lo injustificable. Digamos que la conciencia humana es un lugar donde Dios le puede hablar al ser humano, pero no es un lugar donde la persona está exenta de guardar errores o principios equivocados.
Así como la Tierra absorbe más calor cuando está más cerca del Sol y es más fría cuando está lejos de él, la conciencia humana sólo tendrá los principios correctos cuando esté cerca de Dios. Es cuando el ser humano está cerca de Dios que Él puede hablar en su conciencia e implantar allí los principios y valores de lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, cuando una persona se aleja de Dios, cuanto más fría se vuelve su conciencia, más insensible se vuelve a la Voz de Dios y más cerca está del mal, del error y del mismo diablo, que ciega su entendimiento y hace que su conciencia no acusarla más.
Muchas personas viven en el error y tienen actitudes que violan los principios morales y éticos y entonces alguien los confronta y les dice: “mi conciencia no me acusa”. Usan la conciencia como si fuera un juez, pero entienden que no existe un Tribunal Superior humano. Existe, sí, el Tribunal Superior del Cielo. Y es mejor que tu conciencia esté alineada con él, de lo contrario no pasarás su juicio en absoluto.
Tal vez su conciencia ya está tan alejada de Dios que ya se ha enfriado y esta es la situación de muchas personas que han estado en la Presencia de Dios y tenían un sentido agudo del bien y del mal, pero por el tiempo, el descuido y ceder delante de la carne, perdieron el temor de Dios y se enfrió su conciencia, hasta que ya no les quedó sensibilidad espiritual. Para ellos, vivir como incrédulo y vivir como cristiano es lo mismo.
Por lo tanto, si quieres que la fe y la buena conciencia vayan juntas, recuerda que necesitas el norte de la Palabra de Dios. Tienes que estar alineado con Él y apunta tu brújula espiritual siempre a la Palabra. Si refrescas tu conciencia por la distancia que guardas de Dios, es posible que la tengas distorsionada y será irrecuperable.
Obispo Renato Cardoso