Recuerdo a un profesor que ponía todo el material en la pizarra, explicaba y luego daba el examen. Pero las respuestas aún estaban en la pizarra. No sé si la prueba era sobre la materia o sobre la ignorancia. Las respuestas estaban todas allí, solo bastaba mirar y responder. ¿Por qué recordé esto?

Véa lo que está escrito en Isaías 42.25: “De modo que el Eterno derramó sobre ellos su furor, la violencia de la guerra. Les prendió fuego por todos lados; sin embargo, no pudieron aprender nada de esta lección; la reprensión los consumió, pero no prestaron atención al castigo del Señor.” El pueblo de Dios estaba experimentando la ira divina y, aun con todos los acontecimientos, no usaron su inteligencia para descubrir que aquellas señales indicaban que estaban ignorando la Voz de Dios.

Dios no insulta nuestra inteligencia. Él nos creó seres inteligentes y espera que hagamos uso del cerebro que nos dio. No hay nada más potente e inteligente que el cerebro que Él ha puesto en nuestras cabezas. ¿Qué espera Él de esto? Al menos sepamos que la suma de 1+1 es 2. Espera que usemos nuestra inteligencia.

Ejemplo: ¿Qué crees que le pasará a tu familia si engañas a tu cónyuge? ¿Es necesario escribir en un pizarrñon qué sucederá si sigues ese camino? ¿Alguien necesita insultar tu inteligencia porque no prestas atención a lo que sucede a tu alrededor y no ves lo que Dios está tratando de comunicarte?

Jesús solía decir, «el que tiene oídos para oír, que oiga». Es una frase curiosa, porque todos tienen oídos, pero no todos escuchan.

Muchos oyen pero no tienen oídos para oír porque son tercos; muchos tienen ojos, pero no pueden ver, no tienen visión. Estas personas están sufriendo y bebiendo de la ira, sufriendo la fuerza de la guerra, ardiendo con las llamas a su alrededor, como se describe en la Biblia, porque no prestan atención. La inteligencia que Dios espera es la de quien no comete dos veces el mismo error o, mejor aún, la de quien ve los errores de los demás y no necesita equivocarse para aprender. Dios quiere enseñarte y hablarte, pero si no tienes oídos para oír, debes saber que Él no gritará.

Obispo Edir Macedo