¿Qué crees que pasaría si un día estuvieras cara a cara con Dios? Seguro que ya no serías la misma persona, tus problemas, tus errores, desaparecerían. Nunca más te sentirás miserable, rechazado, al final de cuentas Dios te aprobó y bendijo.

Esa fue la experiencia vivida por Jacob, quien era el patito feo de la familia, tratando de triunfar a través de la mentira y el engaño, recibió la bendición que tanto deseaba, incluso prosperó, se casó, tuvo hijos, pero aun así, no tuvo paz.

Veinte años después, al regresar a la casa de su padre, aterrorizado por su hermano, pasó todo lo que tenía al otro lado del río Jaboc (que significa vaciarse).
Solo, tuvo la mayor oportunidad de su vida: el encuentro con Dios. Allí cambió Su nombre.

El Padre cambió el nombre de Jacob a Israel (que significa el que lucha con Dios). Cuando nacimos recibimos un nombre, por eso aquel cambio de nombre significaba que él nacía de nuevo. En ese momento, Dios cambió la identidad y la historia de Jacob, lo convirtió en una nueva criatura

¿Cómo tener ese encuentro?

La experiencia de Jacob muestra el secreto para encontrarse con Dios y ser una nueva persona. Del mismo modo que el dejó a todos y todo lo que tenía (pasando al otro lado del vado), debe despojarse de todo lo que ocupa el lugar de Dios en su vida.
El Señor Jesús también habló sobre esto:
“El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo 10:39)

Para tener un encuentro con Dios es necesario despojarse de sí mismo, colocar la salvación en primer lugar, es algo individual.
Jacob se despojó de todo, quedó solo, fue entonces que Dios se apareció para el y pudo cambiar su historia.

Jacob vio a Dios cara a cara, y es eso lo que debe suceder con usted. Cuando usted vea a Dios cara a cara ya no será la misma persona