En ese instante, el Señor lo bendijo y le dio una nueva identidad, un nuevo nombre: Israel.

Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando piensa en una persona realizada? ¿Tener una profesión? ¿Viajar por todo el mundo? ¿Ser amado, casarse y formar una familia? ¿Ser exitoso en el ámbito laboral y destacarse en lo que hace?

Esos sueños y muchos otros forman parte de los planes de Dios para su vida. El Altísimo desea que Sus hijos tengan lo mejor, sean felices y sean Su testimonio aquí en la Tierra. Sin embargo, ninguna conquista que usted pueda imaginar se compara con lo que Él quiere darle.

Sin darse cuenta, muchos han creído que tuvieron un encuentro con el Altísimo solo por el hecho de haber recibido alguna bendición en su vida. No obstante, en su interior, tienen dudas, son inestables en su fe, son infelices, tienen mal carácter, no logran convivir en armonía con los demás y, si pudieran cambiar alguna conquista por un poco de paz, sin duda lo harían.

Dos nombres, una misma persona

Pasaron veinte años desde que Jacob Le hizo un voto a Dios en Betel. Durante ese tiempo, él se volvió una persona muy próspera, a tal punto que era más rico que su propio patrón.

Las promesas que el Señor le hizo se habían cumplido, excepto una: poder regresar en paz a la casa de su padre. Pese a tanto tiempo lejos de su hogar, su regreso podría traerles consecuencias terribles a él y a su familia, porque su hermano quería asesinarlo.

En Canaán, la tierra de su descendencia, Jacob tenía su reputación dañada. Por eso, él necesitaba un milagro para no perecer, necesitaba una nueva identidad.

“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” Génesis 32:27-28

Seguramente, cuando el ángel le preguntó su nombre, Jacob recordó el momento exacto en el que se acercó a su padre haciéndose pasar por Esaú. De alguna manera, la pregunta que Dios le hizo sirvió para que Jacob admitiera que era un engañador y que necesitaba cambiar.

En ese instante, el Señor lo bendijo y le dio una nueva identidad, un nuevo nombre: Israel.

Tal vez, usted es como Jacob, conquistó y logró cosas, pero vive en el pecado y lejos del Señor. Si se da cuenta de que aún no nació de Dios y desea borrar de su interior todos los vestigios del pasado y las cosas malas que hizo, esta es su oportunidad.

La Campaña de Israel en la fe del Vado de Jaboc, será en el lugar donde Jacob tuvo su encuentro con Dios. Participe y alcance, por la fe, una vida realizada y bendecida.