Muchas personas se engañan porque no saben distinguir a los hombres de Dios de los religiosos. Quien es religioso busca siempre ventajas para sí mismo y no beneficios para las almas de las personas, mientras que un pastor que es verdaderamente un hombre de Dios no hace al miembro de la Iglesia dependiente de él ni agradecido por su ayuda.

En 1 Pedro 2:25, el apóstol le dijo a la gente de esa época que eran “como ovejas descarriadas, pero ahora se han vuelto al Pastor y Obispo de vuestra alma”. Pedro enseñó a esas personas que Jesús era su Pastor y es también en este sentido que Dios enseña que debemos mirar a Él. Puedes, por ejemplo, haber llegado a la Iglesia y haber sido atendido por un pastor, obispo u obrero y estas muy agradecido por la atención que recibiste, pero necesitas entender que fuiste salvo por la Palabra de Dios que salió de la boca de aquella persona que te ayudó y por tu fe.

Al leer las cartas de Pablo a los Corintios, queda claro que surgieron grupos de personas que se identificaban más con Pablo, otros que se identificaban más con Pedro y otros con Apolos. Sin embargo, en reprensión, Pablo escribió que eran de Jesús y que debía detener tal infantilismo espiritual. Esto también sucede hoy en las iglesias. Muchas personas son niños en la fe e incluso dejan de participar en una reunión si no es realizada por el pastor u obispo que los ayudó. Les importa el mensajero y no el mensaje.

Entonces, si usted ha sido sanado, liberado y salvo, no hay manera de recompensar a un pastor. Lo que puedes hacer para ser agradecido es entregar tu vida al Señor Jesús y serle fiel hasta el final. El rey David preguntó a Dios qué le daría por todos los beneficios que había recibido y el Espíritu Santo lo inspiró a responder: “Tomaré la copa de la salvación” (Salmo 116.12-13). Lo que Dios más quiere es que conservemos la Salvación y permanezcamos fieles a Jesús hasta el final y a nadie más. Así que no se apegue a ningún hombre y mire sólo al Señor Jesús, porque en Él no veras ningún defecto.

Obispo Renato Cardoso