Para que la Palabra de Dios traiga eternidad, es necesario obedecerla y practicarla. Y es mejor saber un solo versículo y obedecerlo que conocer toda la Sagrada Escritura y no practicar nada de ella, porque la Palabra de Dios es Él hablando a los que tienen juicio y oídos para oír.

Sucede que muchos tienen oídos para el chisme, la malicia, las redes sociales y la opinión de los demás, pero no todos tienen oídos para escuchar la Palabra de Dios. Por eso Jesús le dijo al Padre: “Yo les di Tu Palabra, y el mundo los odió”. El que oye la Palabra, cree y obedece será odiado por el mundo. Jesús es la Palabra, Él dio la Palabra y Él fue la Palabra Viva. Quien la oye y la practica no tiene nada que ver con el mundo y es odiado porque no hay combinación, armonía ni nada que conecte a una persona que vive en la Palabra de Dios con el mundo.

El Señor Jesús continuó: “…el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo…santifícalos en tu verdad” (Juan 17:14-17). Santificar significa separar, y cuando una persona se separa del mundo, es santificada. El mismo Señor Jesús se santificó y se separó, pidiéndole al Padre que también nosotros fuéramos separados, diferenciados del mundo.

En esta oración, Jesús no nos habla a nosotros, sino al Padre. Solo Juan registró esta oración para que pudiéramos entender el cariño, cuidado, atención y protección hacia aquellos que se aferran a Él. Esta oración nos trae tranquilidad y paz, porque Jesús oró por cada uno de nosotros. Así que si nadie ora por ti, ten por seguro: Jesús oró por ti y tú eres suyo.

Obispo Edir Macedo