Este domingo, 1 de mayo, el obispo Edir Macedo estará en el Cenáculo, en Israel, para ministrar el descenso del Espíritu Santo sobre la vida de los que creen. La fecha coincide con el cierre del propósito del Ayuno de Daniel. Usted podrá participar en la Catedral de Fe o en la Universal más próxima a su hogar a las 07h, 18h y especialmente a las 09:30h

El contexto

La Biblia cuenta que el Señor Jesús orientó a los discípulos y les dijo que se reunieran el día de Pentecostés para que el Espíritu Santo fuera derramado sobre ellos. Entre tantos discípulos que el Señor Jesús tenía, solo 500 Lo vieron después de la resurrección y no todos fueron bautizados con el Espíritu Santo.

«He aquí, Yo enviaré la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.» Lucas 24:49

«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.» Hechos 2:1

«Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.» 1 Corintios 15:6

¿Qué observar?

No hay ninguna bendición, ninguna conquista, que usted pueda alcanzar, que se compare al bautismo con el Espíritu Santo. De la misma manera, hay personas, actualmente, que solo tienen fe para participar de una cadena en la Iglesia o de una reunión y para recibir una bendición o un milagro (lo cual prueba que Jesús está vivo). Sin embargo, este domingo, los que también quieran recibir al Espíritu Santo, porque entienden que esa es la principal promesa, no se ausentarán.

Según los historiadores de Israel, se calcula que el Señor Jesús tenía alrededor de 46 mil seguidores. No obstante, después de Su fallecimiento solo quedaron 500 (cuando resucitó y dio tanto pruebas como señales fehacientes durante 40 días). Luego, de esos 500 solo quedaron 120, que fueron los que asumieron realmente las consecuencias de la fe en Jesús como Mesías y los que no se ausentaron, sino que se enfocaron en lo más importante. Fueron justamente esas personas las que Dios usó y las que, al partir de este mundo, se llevaron al bien más valioso, al Espíritu Santo.