Muchas personas piensan que ser cristiano se trata de ir a la iglesia, no hacer daño a nadie, no vivir de mentiras, no ser adúltero, etc. Sin embargo, dentro de ellos puede haber cosas crueles, como describe la Biblia en Santiago 3:16: “Porque donde hay envidia y contienda, allí hay angustia y toda obra mala”.

La envidia es del diablo. Ese sentimiento empezó cuando él envidió, deseó, aspiró al lugar de Dios y luego fue expulsado del Cielo, y sigue con el mismo deseo de llevar a las personas a tener la misma aspiración. Caín mató a su hermano por envidia. Raquel, la mujer que Jacob quería como esposa, tenía envidia de su hermana Lía porque ella tenía hijos, y esto se ha prolongado hasta el día de hoy. Entonces, lo más grave de todo no es esa envidia que ya conocemos en las historias, sino la envidia que corre dentro de las iglesias.

El apóstol Pablo dice en Romanos 13:13-14, “Andemos honestamente, como de día; no en glotonería, no en borracheras, no en deshonestidad, no en disipación, no en contiendas y envidia. Antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para que la carne cumpla sus deseos.” De esta manera, evalúa tu condición, porque de repente tu vida se ha estancado, empantanado y amarrado por esa razón. Por ejemplo: la mujer quiere llevar a su marido a la iglesia, pero el marido no ve nada en ella que le haga querer ir, porque en la iglesia levanta las manos y canta alabanzas a Dios, pero en la casa levanta la mano para agredir al  marido o viceversa. Queda la pregunta: ¿qué cristiano es este?

Comprende que si quieres tener una vida abundante, debe comenzar dentro de ti y no afuera. Los que tienen el Espíritu Santo no tienen celos de nadie, porque ya tienen al Todopoderoso dentro de sí mismos. Entonces, necesitas tener el Espíritu Santo para ser como Jesús. Entonces Dios será santificado en tu vida.

Obispo Edir Macedo