Nuestra derrota es la vergüenza de Dios. Él nos da victoria para mantener Su propia reputación

Esos dos pensamientos son claros y repetidos varias veces a lo largo de toda la Biblia. Y no es difícil entender el porqué.

Quien es padre entiende mejor la posición de Dios. La derrota y el fracaso del hijo es la vergüenza del padre. Por eso, ¿cuántos padres, para la perplejidad de quien los observa, socorren a sus hijos aun cuando estos cometen errores? Vaya a cualquier delegación policial, tribunal o cárcel y allí encontrará a madres y padres con los ojos rojos por haber llorado, corriendo de arriba abajo con abogados para intentar sacar a su hijo o hija de la prisión. ¿Cuánto es? ¿Cinco mil? ¿Diez mil? ¿Cien mil? No importa, tome todo lo que tengo, pero deje ir a mi hijo…

Cuando fracasamos o somos derrotados en nuestras luchas, la vergüenza es de Dios. Y Él bien sabe que no puede contar con nuestra justicia ni con nuestros méritos para librarnos. Él nos libra por causa de Él Mismo, por el celo de Su Nombre, y no porque seamos buenos.

Así dice el SEÑOR Dios: No es por vosotros, casa de Israel, que voy a actuar, sino por Mi Santo Nombre, que habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis. (…) No hago esto por vosotros —declara el SEÑOR Dios— sabedlo bien. Ezequiel 36:22,32

Cuando Dios oyó la oración de Ezequías con respecto a Senaquerib, dio las razones por las que iba a librar al pueblo:

El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria: Él no entrará en esta ciudad, ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo, ni levantará terraplén contra ella. Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad —declara el Señor. Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí Mismo y por amor a Mi siervo David. 2 Reyes 19:31-34

El celo del Señor hará esto. ¡Meditemos!