Dios creó al ser humano libre. Libre para hacer de su vida lo que quiera, inclusive amar, odiar, aceptar o rechazar a Dios como Señor.
También le dio al hombre poder para generar hijos y sentir en la piel lo que Él ha sentido con relación a la humanidad. Si los padres gimen cuando ven a sus hijos desobedientes y rebeldes, ¡imagínese el Creador!
Sin embargo, la libertad ha sido una espada de doble filo: sirve para optar por la vida o por la muerte eterna. Va a depender de la mente de cada uno.
¿Cómo hacer una elección que combine con la de Dios y que produzca una vida con calidad eterna?
¿Cómo reaccionar ante los desafíos enfrentados en el día a día?
¿Cómo superar las dificultades contando con el auxilio Divino?
¿Cómo saber si vamos en la dirección correcta?
Es entonces cuando entra la Ley de la Fe sobrenatural. Esta ha sido la Voz de Dios en el interior de Sus fieles seguidores.
Esta voz no permite que la duda aprisione a la libertad de la libre elección. Ni inhibe el placer de vivir la plenitud de la vida.
¿Cuántos han sido privados del placer de la vida abundante, debido a las doctrinas humanas impuestas en “nombre de Dios”, o incluso por mala interpretación bíblica? ¿Cuántos han confundido las costumbres y las tradiciones con las doctrinas apostólicas?
La Voz de Dios – la fe – lanza afuera a los miedos y libera a la elección que se ajuste con la voluntad Divina. Debido a eso, está escrito que el justo vivirá por su fe (Habacuc 2:4). Es de ahí que viene la calidad de vida.
La voz de la fe es la Voz de Dios. Sígala y no se deje llevar por la fe ajena.
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