¿Cómo vencer el mal? ¿Cómo vencer a los que se levantan contra ti? ¿No es sorprendente que Dios haya cambiado el nombre de Jacob a Israel, que significa «el que lucha con Dios»? ¿No es curioso que, de todos los nombres que existen, haya elegido este?

El pueblo de Dios siempre ha sido un pueblo de lucha, un pueblo de guerra, porque los enemigos se levantan contra nosotros todo el tiempo. Los de las tinieblas se levantan contra los de la luz y no queda más remedio que luchar para vencerlos o ser tragados por ellos. Y porque Él sabe cómo son las cosas de este mundo, Dios ha determinado que Su pueblo sea un pueblo luchador.

Así como vemos en la Biblia que Israel luchó con Dios, y no contra Dios, luchamos con Dios en oración, pidiendo milagros y lo que tanto necesitamos, y de la misma manera, necesitamos luchar contra aquello que levanta encontra de nosotros. Si llamas a Dios el Señor de los ejércitos, debes ser un soldado, es decir, alguien que lucha.

La Biblia dice en Isaías 54:17 que “toda herramienta preparada contra ti no prosperará, y toda lengua que se levante contra ti en juicio, la condenarás; esta es la herencia de los siervos del Señor, y su justicia que viene de mí, dice el Señor.” Es decir, lo que forjan contra ti no prosperará.

Así que no importa quién se levante contra ti, porque si estás con Dios, nada te derribará. No se preocupé en pelear encontra sus enemigos, sino de tener una alianza de fidelidad a Dios. Hay que luchar, atar las palabras de derrota y poner de tu parte, sin embargo la preocupación de vencer a los enemigos es de Dios.

No se angustie por la magnitud de sus problemas ni por su gravedad. Preocúpate por tu entrega y tu relación con Dios. Él te defenderá y hará caer a tus enemigos. Entender que Dios no nos deja pelear en la oscuridad, sino que deja la luz encendida hasta que venzamos al último enemigo.

Además, no dejes que tu corazón arda de odio contra tus enemigos, sino ora para que conozcan a Dios. Además, no tengas miedo. Sirva a Dios siguiendo lo que está escrito en el Salmo 23:5: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos, unges mi cabeza con aceite, mi copa rebosa”. Pon ahí tu fuerza, porque de los enemigos Él se encargará.