El ministerio de Jesús se caracterizó por lecciones de justicia, actitudes de compasión sumadas a los actos de fe. Pero, la opresión religiosa de los hipócritas sobre Su pueblo Lo indignó sobremanera. Tanto, que les dirigió un discurso violentamente condenatorio, en Mateo 23:13-36:
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
El hipócrita se caracteriza por su meticulosidad. Son maestros en pequeñeces, fieles en las cosas mínimas pero, negligentes en las importantes. Se preocupan por mostrar exteriormente lo que no son interiormente. Adoran exigirles a los demás lo que no hacen por los mismos.
En el discurso del Señor, llama la atención el hecho de que Él los juzga anticipadamente. O sea, ya fueron destinados al Lago de Fuego y Azufre, junto con el diablo, los demonios, la muerte, el infierno, la bestia, el falso profeta y todas las personas cuyos nombres no estén escritos en el Libro de la Vida. Eso, sí, ¡es FUERTE!
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