Una realidad que no nos es ajena es lo que plasmó como resultado de un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina la UCA. La pobreza alcanzó a un 33% de la población del país.

“La tasa de pobreza ascendió de 29% a fines de 2015 a 32,9% en el tercer trimestre de 2016, lo cual significaría un aumento de 1,5 millones de nuevos pobres. Estos niveles serían los más altos de los registrados desde 2010 a la fecha”, precisa el informe.

Durante el período del Bicentenario “los indicadores laborales muestran la persistencia de la pobreza y desigualdades estructurales” y que “todavía estamos lejos de garantizar los derechos mínimos de inclusión social para una parte importante de la sociedad”.

La dificultad para mantener o conseguir empleo causa cada vez más problemas en la población porque muchas personas no logran cubrir sus necesidades básicas ni las de su familia y en la mayoría de los casos terminan en situaciones extremadamente vulnerables. Se amplió la brecha entre la población indigente y los recursos que necesita para salir de esa situación, alrededor del 35%, un hogar indigente se encuentra más lejos de conseguir la cantidad de dinero necesaria para cubrir la canasta de alimentos que requiere para salir de esa situación.

De tener todo, de repente miles de familias se encuentran en situación de calle y no ven una salida.

En el blog del obispo Macedo encontramos una orientación para salir de la pobreza a través de la fe:

“Lo que más existe son personas que se preguntan: ‘¿Qué hacer, pues lo que viene a mis manos, por ser tan poco, no es suficiente para atender mis necesidades?’

Eso es dicho no solo por personas que ganan poco, sino también por aquellos que, a los ojos de muchos, ganan bien. Lo que reciben apenas alcanza para sí, mucho menos para atender las necesidades de los que están a su alrededor. A veces, todas las personas de la casa trabajan y, aun así, sumando el salario de todos, no se tiene nada.

Pero esa no es una situación nueva, estamos hablando de un problema antiguo. Entonces, ¿cómo resolver de una vez por todas ese problema de miseria?

Mire la luz que el Señor Jesús dio cuando una multitud de más de 5 mil personas en el desierto no tenía qué comer:

Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?

(…) Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.’, (Juan 6:5-13).

Al ser interrogado, Felipe Le respondió al Señor Jesús diciendo que lo que tenían no iba a ser suficiente para todos. ¿Y no es esta su situación?

El Señor Jesús multiplicó extraordinariamente lo que había, de manera que todos comieron hasta hartarse y sobró en abundancia. Entendemos que el Señor Jesús estaba diciéndoles así a los discípulos: ‘Miren lo que ustedes deben hacer cuando una persona coloque las ofrendas en el Altar. Su obligación es levantarlas a los cielos y multiplicarlas, porque ustedes recibieron la autoridad para curar, liberar y también para multiplicar, y el lugar no hace ninguna diferencia, puede incluso ser en el propio desierto’. Por lo tanto, basta que alguien vaya a una Universal ahora, que busque a un hombre de Dios y le diga: ‘Vine aquí para que usted multiplique’. Y él lo hará, pues tiene unción para eso”.