¿Alguna vez has experimentado la situación de no sentirte cómodo en la presencia de alguien? Cuando esto sucede, te pones tenso, tus pensamientos se confunden y tu comportamiento se vuelve completamente atípico. Por otro lado, hay personas que te hacen sentir tan cómodo que ser tú mismo es inevitable, cómodo y natural y no tienes miedo de compartir tus historias, pensamientos y sueños con ellos.
Esto sucede por complicidad. Aunque poco recordada en estos días, este es el pilar que sostiene cualquier relación, incluso con Dios.
Este fue uno de los temas de un episodio reciente de Meditación de la Palabra, con Cristiane Cardoso, disponible en Univer Video. Reflexionando sobre el capítulo 74 de los Salmos, escrito por Asaf, Cristiane enseñó que donde hay complicidad no hay miedo.
El sostén de cualquier relación
Cuando analizamos la oración del salmista (Salmo 74), es posible ver que no tuvo miedo de expresar lo que realmente sentía, al contrario, expuso cada detalle en su súplica que, regada con sinceridad, se transformaba. Asaf terminó su salmo reconociendo la grandeza de Dios y reforzando cuánto confiaba en Él.
Cristiane destacó que esta es la esencia de la oración: “cuando hablas con Dios, no hay forma de que tu oración termine como empezó. Cuando dices una oración rápida y religiosa, no cuenta. Pero cuando realmente hablas con Dios, tienes un momento con Dios, encontrarás que, normalmente, comenzarás [orando] de una manera y terminarás de otra, porque Él está allí escuchándote y hablando contigo también”.
Esta transformación no se da sólo por la oración, sino gracias a esa complicidad que no impide que la persona sea sincera con Dios, comparta sus miedos, asuma sus errores y acepte sin temor sus exhortaciones.
Cristiane hizo una analogía de esta situación con el matrimonio y destacó que, cuando realmente hay intimidad y complicidad con el marido, la mujer no tiene miedo de hablar de cómo se siente, ni siquiera de algo por lo que pueda ser juzgada.
“La relación entre el hombre y la mujer es una representación de nuestra relación con Dios. Dios sabe todo lo que nos está pasando. También está viendo nuestros pensamientos, cómo nos sentimos y lo que sucede dentro de nosotros. Entonces, en esta complicidad, no nos avergonzamos de hablar con Él de cómo nos sentimos, si pasó por nuestra cabeza un mal pensamiento o si miramos mal algo. Hablamos con Dios porque Él nos comprende y sabe que estamos ahí pidiendo ayuda. Esto es intimidad”.
Construcción Diaria
Esta complicidad es lo que Dios más desea tener con sus hijas que son sinceras porque creen en Él y en su carácter. Así, aunque una mujer piense, sienta o diga algo que no le agrada a Él, cuando comparte todo, Él la escucha y la ayuda, como está escrito en Jeremías 29.11-12.
Finalmente, Cristiane reforzó que esa complicidad hay que buscarla y construirla en el día a día: “no es sano para ti ser cristiano y tener que agarrar un salmo para leer y hablar con Dios. Tienes que tener tus propios salmos, digámoslo así, tu propia intimidad con Dios, no avergonzarte y no tener miedo. Él entiende, Él sabe y quiere tener complicidad contigo”.
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