“Dios está demasiado ocupado para preocuparse por mí”. “Hay gente con peores problemas que el mío para que Él me preste su atención”. «Él no está preocupado por lo que está pasando en mi vida». Lamentablemente, estas creencias erróneas ocupan la mente de muchas personas por falta de conocimiento de la Palabra de Dios. Piensan que Dios está a un millón de millas de ellos, en un cielo azul, con barba blanca, con un bastón en la mano y ocupado en cosas más grandes.

No tengo ninguna duda de que Dios tiene pensamientos cada vez más grandes que los nuestros y Su Palabra habla de eso. Sin embargo, su grandeza no le impide preocuparse por nosotros y ponerse a nuestro lado en todo momento. La verdad es que Dios se preocupa por nosotros hasta en las cosas pequeñas y esa es la diferencia entre Él y nosotros.

Entendemos lo que es preocuparse por las cosas grandes e importantes y despreciar las pequeñas, ya que tenemos un tiempo limitado y también una capacidad de atención y concentración limitadas. Solo podemos hacer una o incluso dos cosas al mismo tiempo, porque solo hacemos multitareas entre comillas, porque es muy difícil hacer dos cosas bien al mismo tiempo. Una siempre termina sacrificando a la otra.

Es interesante que consideres que Dios no está sujeto al tiempo que estamos. Él puede hacer muchas cosas al mismo tiempo y no le quitará ninguna energía. Él tampoco está sujeto al espacio que nosotros estamos. Yo no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo, sin embargo Dios sí puede, porque Él es omnipresente. No puedo concentrarme en muchas cosas a la vez, pero Dios existe fuera del tiempo, es decir, antes, después, pasado y ahora. Él existe en la eternidad. Por lo tanto, Él sabe lo que vamos a decir, incluso antes de que oremos.

Si quieres clamar a Dios por un problema que tienes, no tienes que preocuparte por tomar Su tiempo. Él anhela escuchar nuestra oración. Él sabe lo que necesitamos, pero quiere escuchar nuestra voz. Pero para que Él te responda, debes clamar. Si no clamas, ¿cómo te responderá Él? Él ve por lo que pasas, pero necesitas buscarlo. La verdadera humildad es pedir, buscar y llorar y es con ella que Dios os escuchará. Él dijo: «Al que a mí viene, no le echo fuera».

Entonces, si no nos presentamos a Dios, Él no puede hacer nada por nosotros. Presentad, pues, ese grano de mostaza a Dios.