La mayor muestra de respeto que puedes darle a alguien es conocer tu lugar en relación a ella. Por ejemplo, un hijo sólo demuestra que respeta a sus padres cuando permanece en la posición de hijo. Después de todo, es extraño ver a un hijo dándoles órdenes a sus padres, ¿no? Cuando esto ocurre, parece, como mínimo, que el niño es malcriado e irrespetuoso. No es diferente con Dios. Él es el Creador, por eso debemos reconocer que Él sabe todas las cosas y que nuestra posición es confiar en Su cuidado.

Sin embargo, a pesar de saber que Dios es soberano e incluso decir que Él es el Señor de nuestras vidas, en la práctica nos quedamos cortos en los detalles que demuestran nuestro reconocimiento de Su soberanía. Cuando queremos las cosas a nuestra manera, por ejemplo, dejamos la posición de siervos y, sin darnos cuenta, intentamos darle “órdenes” a Dios.

Reconocer el lugar
En su blog personal, la columnista Viviane Freitas destacó que es imposible conocer a Dios y no ponernos en el lugar de su siervo, precisamente porque reconocemos que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Juan el Bautista, por ejemplo, quien fue enviado por Dios para preparar el camino para el Señor Jesús, siempre supo cuál era su lugar. “Es tan hermoso de parte de Dios usar a un siervo suyo y que ese siervo sea respetuoso, flexible, un siervo que no se crea por encima de Dios. El siervo Juan Bautista se puso en su lugar y dio honra y gloria a Dios, al Señor Jesús. (…) En otras palabras, Dios sólo utiliza servidores despojados de su orgullo y de su autosuficiencia”, escribe Viviane.

La humildad de Juan Bautista estaba tan presente en su misión que, en relación con Jesús, se propuso dejar constancia de que era necesario que Jesús creciera y el disminuyera (Juan 3,30). Por otro lado, el mismo Señor Jesús Reconoció públicamente que Juan Bautista era mucho más que un profeta y que, entre los nacidos de mujeres, no había mayor profeta que él (Lucas 7,26-28).

Obediencia
A veces confundimos la libertad de compartir nuestras necesidades con Dios con la libertad de decir cómo debe actuar. María vivió algo similar durante las bodas de Caná de Galilea. Al ser informada que el vino servido en la fiesta se había acabado, María se lo comunicó al Señor Jesús como si tuviera que hacer algo. Pero, ante la respuesta de Jesús, María comprendió cómo debía posicionarse: “Jesús le dijo: Mujer, ¿qué tengo yo contigo? Aún no es mi momento. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él os diga” (Juan 2:4-5). Viviane explicó que, en otras palabras, lo que María quiso decir fue: “’Él dirá lo que hay que hacer y yo no me preocuparé más. Ya me he puesto en mi lugar’”. El resultado fue el milagro de transformar el agua en vino y no un vino cualquiera, sino el mejor.

Viviane destacó que la forma en que reaccionamos cuando Dios no hace algo a nuestra manera revela si realmente lo respetamos. “Todos a veces actuamos como personas que quieren las cosas a su manera. Y Dios no se sujeta a las cosas a nuestra manera, esa es la verdad. Él respeta cuando tenemos nuestras opiniones, anhelos  y elecciones, pero también debemos respetar Su voluntad, Su tiempo, Su manera. (…) A veces las cosas no suceden como uno quiere porque quiere imponer su voluntad. Ponte en tu lugar y obedece”, concluyó.