En este mundo la rutina y las obligaciones se vuelven difíciles de llevar. Las expectativas se convierten en algo inalcanzable.

El esfuerzo constante para cumplir con ciertos objetivos o proyectos puede generar frustración y angustia.

Muchas veces, malas experiencias, complejos y traumas, hacen que lentamente dentro de sí, se alimenten sentimientos que los corroe.

De a poco, los sentimientos contenidos se van convirtiendo en rencor. Odio hacia personas que no la ayudaron o hacia aquellas que las lastimaron de alguna manera.

Rencor por lo que no lograron alcanzar, por lo que nunca van a tener o resentimiento por lo que perdieron.

Eso va creciendo para perjudicarla en todas las áreas de su vida, y tarde o temprano esas emociones afectan directamente a la salud.

¿Qué pasa en su cuerpo cuando siente odio?

El odio perjudica la salud física y mental, además de alterar el estado de ánimo, generar estrés, ansiedad e incluso depresión. Según explica Robert Ader, investigador de la Facultad de Medicina y Odontología de Rochester:

-Cuando hay ira u odio se liberan hormonas y sustancias como adrenalina, cortisol, prolactina; mientras más tiempo se secretan en el organismo más daño sufre el sistema inmunológico y el organismo es más susceptible.

-Se activa la zona central del cerebro, conocida como putamen y la ínsula, ubicada en la superficie lateral.

-Siente una presión sanguínea y ritmo cardíaco elevado. Además, tiene más posibilidades de padecer alguna enfermedad del corazón.

-El sistema Celular inflamatorio responde a la amenaza, explica Charles Raison, director clínico del Programa Mente y Cuerpo de Emory University.

-Desgasta su energía.

-Lo lleva a afecciones del sistema digestivo y nervioso. La tensión lo puede llevar a desarrollar una úlcera de estómago.

Perdonar…

En el libro El pan nuestro para 365 días el obispo Macedo nos orienta para que podamos perdonar a quienes nos han hecho mal:

“El perdón de Dios depende de nuestro perdón. El corazón puede ser lo que sea, pero jamás controla la razón cuando la persona está decidida. Use su intelecto y ore por quien lo hirió. Mencione su nombre delante de Dios, pídale que bendiga a esa persona.

Aunque el corazón grite, patalee y sienta odio, lo importante es que usted use la razón, el intelecto, obedezca a la Palabra de Jesús, y pronuncie palabras de bendiciones para la otra persona.
Así, el Espíritu Santo, mediante ese esfuerzo de fe, eliminará los sentimientos de su corazón. Usted será libre del cáncer del alma para recibir el perdón de Dios, el bautismo con el Espíritu Santo, la Salvación y todas las demás bendiciones que Él prometió.

Haga la prueba, perdone, cargar tanto odio en su corazón, solo le hará vivir amargado y sin paz. Quienes han puesto en práctica la orientación del obispo Macedo han podido rehacer su vida.