Es durante este período, de la Semana Santa, que muchos reflexionan sobre los pasos del Señor Jesús hasta la consumación de Su sacrificio en la Cruz. Los dolores y aflicciones sufridas por el Dios-Hijo, además del peso de su significado –es decir, la liberación y Salvación de la humanidad–, también nos traen una lección importante basada en el ejemplo de Jesucristo frente a las luchas. ¡Vamos a aprender!
Una lección para la vida:
“Más Él fue herido por nuestras transgresiones, y molido por nuestras iniquidades; el castigo que nos trae la paz recayó sobre ÉL, y por SUS llagas fuimos sanados. Todos nos descarriamos como ovejas; cada uno se extravió por su propio camino; mas el Señor cargó en ÉL la iniquidad de todos nosotros. Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero, y como oveja ante sus trasquiladores calla, así Él no abrió SU boca”. (Isaías 53.5-7)
El Señor Jesús, como lo describen las Escrituras, fue entregado al sacrificio como un cordero es llevado al matadero. Fue oprimido, torturado, afligido. Sin embargo, en ningún momento cuestionó, murmuró, se quejó o lamentó tal suceso, porque Dios-Hijo conocía y comprendía el genuino propósito de Salvación de Dios-Padre para nosotros, los seres humanos.
“Jesús no quiso expresar absolutamente ningún sentimiento respecto a lo que estaba sufriendo. Él fue un hombre de dolores, pero no abrió la boca, porque sabía de la misión de su Padre”, explicó obispo. Edir Macedo en la Meditación de la Mañana del lunes 25/03 .
El Señor Jesús no se defendió ni ofendió a nadie. Sufrió conscientemente y cumplió su misión. A través de Su justo y puro sacrificio, purgó (limpio) todos los males que rodeaban a la humanidad, las enfermedades y los pecados. Y, con ello, hoy el que cree, además de tener su alma libre por la fe, también toma posesión de la Vida Eterna. Pero ¿y si Él hubiera hecho lo contrario, qué sería de mí o de ti?
Conclusión:
Cuando permanecemos firmes en nuestra confianza en el Todopoderoso y Su propósito, obtenemos Su misericordia y Su ayuda. Recibimos Su honra tal como la recibió el Señor Jesús cuando venció la Cruz. Sin embargo, cuando nos lamentamos o murmuramos, desacreditamos el poder de Dios y fortalecemos los males que estamos viviendo y somos vencidos por ellos.
Con esto, aprende del ejemplo de Jesucristo: ¡confía en el propósito de Dios Padre y vence al mundo por la fe!
Vea la meditación sobre el tema: